¿QUÉ PRODUCEN LAS BACTERIAS EN LA FLORA INTESTINAL, PARA QUÉ SIRVEN Y COMO ÉSTAS INFLUYEN EN LAS EMOCIONES?
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¿Influye la flora intestinal en la conducta y las emociones?
Ana Soteras | MADRID/EFE/ANA SOTERASjueves 21.08.2014
La conexión entre la flora intestinal y el cerebro, hasta el punto de influir en las conductas y emociones, es algo que todavía tiene un largo recorrido en la investigación, aunque ya existen estudios que evidencian que un desequilibrio en las bacterias del intestino afecta, por ejemplo, en la respuesta ante el estrés
Billones de bacterias de distintas familias pueblan nuestro intestino con la misión de hacer funcionar nuestro organismo de forma óptima. Si nuestra flora intestinal es insuficiente o no es de buena calidad, a causa de hábitos de vida poco saludables, puede provocar enfermedades como alergias, diarreas o cáncer de colon, entre otras muchas.
La alimentación a base de probióticos (yogures y otras leches fermentadas) y fibra (cereales, legumbres, fruta…) es básica para mantener el equilibrio de la macrobiota, pero también hay que prescindir de antibióticos, laxantes, tóxicos como el tabaco o de la vida sedentaria.
Y no solo para evitar daños físicos. Ahora la ciencia investiga si la calidad de la flora intestinal afecta también a nuestro comportamiento o si nuestra conducta y nuestras emociones también inciden directamente sobre el estado de las bacterias del intestino.
“Todo está relacionado, es un círculo”, explica la doctora Margarida Mas, autora del libro “Las maravillas de la flora” (Editorial Amat). Cuando se regula la flora gracias a la acción de probióticos y prebióticos (compuestos presentes en la dieta que estimulan el crecimiento o la actividad de las bacterias) “sí parece, según algunos estudios, que prevalece el bienestar psicológico”.
Esta satisfacción es difícil de medir en personas porque es muy subjetiva y está relacionada con otros factores, pero sí se ha visto claro en modelos animales. Un ratón de laboratorio nacido ex profeso sin flora intestinal tiene conductas radicalmente diferentes, incluso con rasgos autistas, a otros que sí la tienen. “Sufren dificultad para socializar”, apunta la doctora Mas, divulgadora y consultora de comunicación en el ámbito de la salud.
Conexión intestino-cerebro
Si los ratones sin flora son menos sociables que los demás es algo que todavía la ciencia tiene que confirmar con más estudios. Pero lo que sí está ratificado es la estrecha relación entre el cerebro y el aparato digestivo. ¿Quién no se ha sentido indispuesto ante una situación que genera nervios como un examen o una entrevista de trabajo? ¿A quién no se le ha cerrado el estómago ante la sensación de estar enamorado?
Se trata de una comunicación bidireccional que conecta el sistema nervioso central (cerebro y médula espinal) con el sistema nervioso entérico o digestivo-intestinal. Así, reaccionamos a estímulos como el hambre, el estrés o las emociones.
Las investigaciones se dirigen ahora a verificar que este eje cerebro-intestino se amplía a un tercero: la flora, lo que probaría el poder que las microbacterias tendrían sobre nuestro cerebro y sobre nuestra conducta.
“La relación que hay entre el cerebro, la flora y las emociones está poco investigada. Hay estudios muy preliminares. Saber exactamente a nivel clínico cómo puede repercutir es difícil de precisar”, señala la especialista.
Yogur búlgaro y torrija. Creación gastronómica de José Fernández. EFE/Paladar Comunicación
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