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Explicación:Eran los dos elefantes más desobedientes de toda la manada. Siempre se estaban burlando de los elefantes mayores, nunca hacían caso de sus advertencias de no alejarse del grupo y, para colmo. presumían de ello ante los más pequeños.
Un día los jóvenes elefantes se alejaron por la selva hablando de lo hartos que estaban de aguantar a sus padres y a la vieja matriarca de la manada.
Chiquitín, el elefante más pequeño de la familia vio como se alejaban y fue tras ellos.
Al llegar al río, el que iba primero tomó carrerilla y de un ágil salto cruzó a la otra orilla del río.
El segundo elefante saltó detrás y, aunque resbaló y a punto estuvo de caer al agua, logró llegar a la otra orilla.
Cuando llegó el turno de Chiquitín, imitando a sus hermanos y sin darse cuenta del peligro que corría, cogió carrerilla y saltó con todas sus fuerzas, pero cayó al río armando un gran estruendo.
Cuando los jóvenes elefantes vieron que su hermano Chiquitín había caído al agua les dio un vuelco el corazón. Regresaron barritando desesperadamente. Uno saltó al río para intentar salvar a Chiquitín que se hundía cada vez más, tragaba agua y estaba a punto de ahogarse. El otro, agarrado con la trompa a la rama de un árbol resbalaba también dentro del río sin poder hacer nada.
Al momento, llegaron corriendo los padres de los elefantes seguidos de toda la manada y, con gran habilidad, unos se engancharon con la trompa a la cola de los otros formando una larga cadena, tiraron con mucha fuerza y sacaron al bebé y a sus hermanos del agua. Cuando estaban a salvo, la matriarca de la manada acarició cariñosamente con su trompa a los tres elefantes, que seguían muy asustados, para que se tranquilizaran.
Todos los miembros de la familia respiraron aliviados al ver que Chiquitín y sus hermanos estaban vivos.
Pesarosos y arrepentidos los dos jóvenes elefantes pidieron perdón. Sabían que no habían dado buen ejemplo a Chiquitín, el pequeño sólo había imitado su conducta y a punto estuvo de perder la vida por su culpa.
Los elefantes desobedientes aprendieron la lección y, sabiéndose muy queridos volvieron contentos a la seguridad de la manada