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¿Es más corrupta Colombia ahora que antes? Hace cincuenta años –o bueno: setenta– teníamos aquí el corrupto gobierno de Rojas Pinilla y su binomio Pueblo-Fuerzas Armadas. Y hace cien, la oleada de dineros de la compensación por el zarpazo de Panamá con su consiguiente “danza de los millones”. ¿Y hace doscientos? Los empréstitos ingleses, con los cuales se hizo rico el prócer de la Independencia don Francisco Antonio Zea, y supongo que alguien más. ¿Y hace quinientos?
A principios de este mes saqué yo en esta revista una caricatura copiada de otra que había publicado veinte o treinta años atrás: un señor rico, sentado en su sillón, dice, pensativo: “Pues cuando mis abuelos se hicieron ricos con la política, la política no estaba tan corrompida como ahora…”.
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La corrupción política, es decir, pública, y la corrupción privada han existido aquí no ya desde los albores de la República, sino desde los albores de la Conquista y la Colonia. Tal vez la trajeron los conquistadores de la corrupta España. No podría asegurar que también fueran corruptas las sociedades indias que encontraron aquí, pero el hecho de que muchos de sus jefes se brindaran a colaborar con los recién llegados para combatir a sus vecinos me hace pensar que sí, que también. Tan corrupto es el que recibe como el que da. Para ponerlo en términos actuales: tan corrupta es la empresa brasileña Odebrecht que compró contratos como los funcionarios del Estado colombiano que los vendieron. O, para decirlo en los términos barrocos del famoso poema de sor Juana Inés de la Cruz: tan culpable es “la que peca por la paga como el que paga por pecar”.
Lugares comunes, ya lo sé. La corrupción es universal, y es eterna.
Y sin embargo me parece que sí: Colombia es más corrupta ahora que nunca: más que hace cincuenta, doscientos o quinientos años. Y la razón, me parece, está en el narcotráfico. Más exactamente: en la prohibición del narcotráfico, que ha convertido lo que en el peor de los casos debiera ser un negocito de contrabando, pintoresco, marginal y romántico, en el negocio más rentable y asesino del mundo.
A principios de este mes saqué yo en esta revista una caricatura copiada de otra que había publicado veinte o treinta años atrás: un señor rico, sentado en su sillón, dice, pensativo: “Pues cuando mis abuelos se hicieron ricos con la política, la política no estaba tan corrompida como ahora…”.
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Y sin embargo me parece que sí: Colombia es más corrupta ahora que nunca: más que hace cincuenta, doscientos o quinientos años. Y la razón, me parece, está en el narcotráfico. Más exactamente: en la prohibición del narcotráfico, que ha convertido lo que en el peor de los casos debiera ser un negocito de contrabando, pintoresco, marginal y romántico, en el negocio más rentable y asesino del mundo.
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