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La bella ninfa Liríope quedó embarazada al ser violada por el río Cefiso. El hijo que dió a luz era tan hermoso que desde el mismo momento de su nacimiento fue objeto de adoración de las demás ninfas. Preocupada por el destino del niño, su madre consultó al ciego Tiresias, un reconocido vidente, para conocer su destino. La respuesta del adivino fue: "Vivirá feliz mientras no se vea a si mismo".
Narciso generó muchas pasiones, pero la más saliente fue la de Eco, famosa por su habilidad para relatar historias, que fue condenada, cierta vez, a solo poder repetir las últimas silabas que escuchara en boca de los demás. La ninfa se enamoró de Narciso y le confesó su amor, pero, por su condena, le fue imposible utilizar las palabras para seducir a Narciso, quien la rechazó de manera cruel. Eco lo maldijo: "Ojalá que cuando el ame como yo lo amo, desespere como yo desespero".
Narciso vio su rostro reflejado en las aguas y quedó sentenciado a amarse solamente a si mismo. Y fue el peor de los castigos. Lo condenaba a la soledad eterna. Podía ser amado, pero no amar a los otros: Desesperado, se arrojó al río intentando abrazar su propia imagen y se ahogó. Eco, por su parte, de desvaneció y se esparció por el mundo, y aún hoy podemos escuchar como nos responde en una montaña o en un bosque solitario.
(De la mitología griega narrada en "La metamorfosis" de Ovidio, en versión libre...)