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El gobierno de Luiz Inácio Lula da Silva consolidó la hegemonía liberal y la democracia, pilares de un nuevo tipo de Estado iniciado por Fernando Henrique Cardoso. Esto se explica, en primer lugar, por el mantenimiento de una política económica orientada a garantizar la estabilidad. Pero además el gobierno implementó algunas medidas dispersas de orientación más desarrollista y, sobre todo, lanzó una serie de políticas que le permitieron extender la cobertura social a los sectores más pobres y mejorar los ingresos y las posibilidades de ascenso de la clase media baja. Sustentado en una coalición política muy amplia, con una estrategia que asume por momentos rasgos populistas, Lula ha profundizado, imprimiéndole un tono propio, el ciclo hegemónico liberal iniciado por su antecesor.
El gobierno de Luiz Inácio Lula da Silva tiene características específicas, pero estas solo pueden ser entendidas en el marco del proceso de construcción de una nueva forma de Estado iniciado en 1995, con la asunción de Fernando Henrique Cardoso como presidente. Esa nueva forma de Estado sustituyó, después de una larga transición política que se extendió entre 1983 y 1994, al antiguo Estado varguista (1930-1982), que excluía la participación popular autónoma en la vida política, incluso durante sus fases democráticas, y que fue predominantemente autárquico-desarrollista en su relación con la economía.
A diferencia del Estado varguista, la nueva forma es democrática en cuanto a sus relaciones con la sociedad y moderadamente liberal desde la perspectiva de sus relaciones con la economía. Tiene dos pilares centrales: por un lado, la Constitución democrática de 1988, que garantizó los derechos políticos y sociales; y, por otro, el Plan Real de estabilización lanzado en 1994 y el conjunto de reformas liberales que se implementaron durante las gestiones de Cardoso, principalmente durante la primera. Aunque distantes en el tiempo, estos pilares están articulados: la Constitución de 1988 había fijado las reglas y garantías de la democracia brasileña antes del inicio del Plan Real y de las reformas de Cardoso, pero sin lograr la estabilidad económica. Más tarde, la estabilización de la moneda permitió pacificar a la población y contribuyó a reconciliarla con el Estado de derecho, al tiempo que las reformas liberalizadoras lograban dejar atrás las agudas controversias y conflictos sobre el estatismo.
Pero entonces, ¿cuál es la especificidad del gobierno de Lula? ¿En qué innova respecto de la gestión de Cardoso? Mi argumento central es que Lula ha consolidado la hegemonía liberal, cuya estructuración política ocurrió durante el periodo de Cardoso. Con Lula, esta hegemonía se profundizó socialmente y se volvió más flexible en lo que se refiere a las articulaciones entre el poder y el capital privado, al tiempo que se acentuó la orientación desarrollista. La contracara propiamente política ha sido la debilidad de las fronteras partidarias y el resurgimiento de ciertas prácticas políticas populistas, en un sentido que definiré más adelante.
A continuación desarrollaré estos argumentos.
La hegemonía liberal
No cabe volver aquí sobre la historia reciente de la ideología económica liberal en Brasil, que ganó importancia como demanda de los sectores empresarios recién hacia la segunda mitad de la década de 1980. En aquel momento se trataba, más que nada, de reducir el intervencionismo y el arbitrio estatales. Recién a partir de los 90, con el gobierno de Fernando Collor de Mello, el neoliberalismo comenzó a moldear parte de las políticas públicas. Sin embargo, fue solo con el Plan Real y la elección de Cardoso como presidente que el liberalismo comenzó a marcar de manera sistemática las políticas de Estado, se difundió más allá de los círculos empresariales y comenzó a predominar en las formas de pensar de la clase política y la clase media profesional, hasta ganar cierta presencia incluso en las clases medias bajas y los sectores populares, principalmente del centro-sur del país.
Se trataba sin embargo de un liberalismo poco ortodoxo, polarizado entre una vertiente neoliberal, predominante en la gestión macroeconómica, y otra liberal-desarrollista.