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Durante siglos muchas sociedades vivieron bajo el yugo de sistemas autoritarios que centraban su poder en el control de la información. Producto de ello, el desarrollo se efectuaba con mayor lentitud y la empresa se centraba únicamente en su vertiente más local.
Hoy, por el contrario, asistimos a una paradoja de interés fascinante: cuanta más información se produce y más acceso tenemos a ella, más complicado resulta discriminar la realidad de lo que no lo es, por no hablar de la creciente influencia y manipulación de los mass media.
Los grandes cambios que estamos viviendo en relación al acceso a la información han modificado radicalmente la forma de comunicarnos a nivel global.
Antes, en el siglo pasado, utilizábamos 3 sistemas para comunicarnos; palabra, escritura e imagen. Pero… ¿qué es lo que sucede con la revolución digital?
Si ya nos pareció increíble que en el siglo XX, por los años 30 llegara el sonido al cine, hoy, menos de un siglo después nos encontramos con la instantaneidad como base del modelo comunicacional.
Imágenes, textos y sonidos se difunden por Internet llegando al planeta entero y lo hace en tiempo real, lo que provoca una profunda transformación en relación al acceso a la información y la forma en la que nos relacionamos en torno a ella.
Si nos centramos específicamente en la telefonía, nos daremos cuenta en apenas 10 años hemos pasado de teléfonos que solo transmitían sonidos, a dispositivos que incorporan la conectividad ilimitada, la imagen y el texto… ¡Y en movimiento!
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Ya en el siglo XX, han surgido medios de comunicación que han eclipsado parte de la importancia de la prensa escrita. Con el fin de cubrir los sucesos de la actualidad de un modo más veloz, a principios de siglo existían periódicos que aparecían o bien por la mañana o bien por la tarde, y otros que tenían incluso dos ediciones, la matutina y la vespertina.
La radio acaparó gran parte del protagonismo que hasta entonces habían tenido los periódicos como transmisores veloces de noticias, y su prestigio creció enormemente durante los años de la II Guerra Mundial, pues mantuvo puntualmente informados a millones de ciudadanos europeos y americanos del desarrollo de los acontecimientos en el campo de batalla.
Pero su difusión quedó frenada por la introducción de la televisión, que unía a la casi instantaneidad de las informaciones, el poder seductor de la imagen que las acompañaba.