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Explicación: Resumen La mayor parte de las interacciones entre animales implican algún tipo de comunicación. Los resultados obtenidos durante las últimas décadas han dado lugar a importantes avances en nuestra comprensión de la comunicación animal. Las nociones simplistas y en parte inadecuadas de la etología clásica han dado paso a discusiones acerca de la posibilidad de que los animales practiquen la manipulación, la persuasión o el engaño. Los argumentos verbales de los primeros etólogos han sido sustituidos por sofisticados modelos matemáticos, muchos de ellos basados en la teoría de juegos. En este capítulo hacemos un recorrido histórico en el que repasamos, empezando con las contribuciones pioneras de Darwin, los distintos paradigmas que han guiado el estudio de la comunicación animal. 1. Introducción El estudio de la comunicación animal ha sido tradicionalmente uno de los temas favoritos de los etólogos. Ello se debe a que algunos de los comportamientos más llamativos que exhiben los animales aparentemente funcionan como señales comunicativas. El canto de las aves, los sonidos que producen muchos insectos, la brillante coloración de las mariposas y de los peces tropicales o las expresiones faciales de los primates son ejemplos fascinantes de comunicación animal que exigen una explicación. En un mundo en el que parece que lo mejor sería pasar desapercibido, muchos animales invierten considerable tiempo y energía en darse a conocer a los demás. ¿Por qué? ¿Qué ventajas tan importantes obtienen los animales de la comunicación que les empujan a abandonar, aunque sólo sea temporalmente, la cripsis y el camuflaje? A pesar del interés que ha despertado y de los esfuerzos que varias generaciones de etólogos han dedicado a su estudio, la comunicación animal sigue encerrando un gran número de misterios sin resolver. De hecho, ninguna de las hipótesis de que disponemos actualmente es capaz de explicar la tremenda diversidad de colores, sonidos, olores, posturas y movimientos que distintas especies animales utilizan como señales en la comunicación. No obstante, en las últimas décadas se han producido importantes avances teóricos y el estudio de la comunica-ción ha madurado considerablemente desde el punto de vista conceptual, especialmente en relación a la evolución y las funciones de las señales comunicativas. La tecnología disponible hoy en día nos permite especificar las carac-terísticas físicas y químicas de las señales y su relación con los sistemas sensoriales de los receptores de dichas señales con mucha mayor precisión de la que fueron capaces nuestros predecesores. Por otro lado, la aplicación de ideas procedentes de la teoría de la evolución ha permitido resolver viejos problemas pero ha servido también para identificar otros nuevos, contribuyendo a hacer de la teoría actual de la comunicación animal una teoría con tantos matices y sutilezas como las propias señales cuya existencia intenta explicar. 2. La contribución de Darwin El punto de partida, como tantas otras veces en biología, lo encontramos en la obra de Charles Darwin. Darwin reconoció la importancia decisiva que tenía para el éxito de su teoría de la evolución conseguir demostrar que el fascinante y complejo comportamiento de los animales es, como los caracteres morfológicos, el resultado de la selección natural y no de la acción divina. Por ello dedicó un capítulo entero de El Origen de las Especies [1] al comportamiento animal, abordando temas como la existencia de castas estériles en los insectos o el fenómeno de las hormigas esclavistas con argumentos sorprendentemente modernos. Darwin demostró que el compor-tamiento es variable, adaptativo y heredable, y sugirió que para su estudio es necesario utilizar una metodología basada en la observación, la experimentación y el método comparativo. Además, puso de manifiesto las semejanzas entre el comportamiento animal y humano, abriendo la caja de Pandora del debate 'instinto vs. inteligencia' y levantando vientos que aún siguen soplando con fuerza. El interés de Darwin por la comunicación quedó reflejado en muchas de sus publicaciones. En El Origen del Hombre [2], por ejemplo, se ocupó