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La gestión de los residuos domésticos y comerciales tiene múltiples vertientes, debido al elevado número de flujos distintos de residuos.
Centrados en los más importantes en términos cuantitativos, a veces olvidamos flujos de menor peso, pero no por ello menos importantes. Así, actualmente se está haciendo mucho hincapié, con razón, en la materia orgánica, fundamentalmente restos de comida, y la importancia de su separación en origen para reducir sustancialmente los impactos ambientales ocasionados por su vertido o tratamiento unitario. Pero dentro de este capítulo de residuos orgánicos, tenemos el flujo de los aceites usados en cocinas; tanto en los domicilios como en los bares, restaurantes, hoteles, y, en general, los establecimientos conocidos como canal HORECA (hostelería, restauración y catering). Se trata de residuos líquidos, y por tanto con necesidades específicas para su recogida. Porque ya de entrada, conviene hacer mucho énfasis en prescindir absolutamente de la alternativa fácil, aunque prohibida en las ordenanzas municipales, de verter el aceite usado por el desagüe del fregadero o del inodoro. A ello volveremos más adelante.
Los aceites utilizados al cocinar, fundamentalmente basados en el procesado de las aceitunas o girasol, sufren alteraciones químicas durante el proceso, perdiendo parte de sus propiedades y acumulando impropios, resultando cada vez menos adecuados para su fin. Asimismo, por razones de calidad en la elaboración de los alimentos, nos vemos obligados a desechar tarde o temprano, la mayor parte del aceite adquirido para estos fines.
Existe, de una parte, un amplio margen de mejora en la gestión de los residuos de aceite de cocina, y, por la otra, un elevado potencial de beneficio
El ministerio de medio ambiente estima en unos 150 millones de litros anuales, la cantidad de residuos de aceite de cocina generados en España, aunque otras estimaciones llegan a 200 millones. De ellos, dos terceras partes no se han registrado como recogidos, por lo que se deduce que el vertido supone, como mínimo, 100 millones de litros, o 90.000 toneladas al año. Fundamentalmente, el vertido se genera en los domicilios particulares, dado que, en el canal HORECA, con ordenanzas municipales más exigentes, concienciación de las empresas y servicios de inspección municipal más activos, aunque todavía falta mucho, cada vez está más extendida la recogida por empresas gestoras autorizadas.
En todo caso, sigue siendo un gran desperdicio, y una terrible fuente de contaminación, en especial para nuestras aguas. Si, han leído bien, porque el aceite que vertemos en el lavadero o inodoro se desplaza a través de nuestras redes de saneamiento hasta llegar a nuestras plantas depuradoras. Y esto es dramático para el buen funcionamiento de ambas.
En el caso de las redes, los aceites y grasas, en combinación con otros restos, como los jabones y detergentes usados en nuestros domicilios, provocan, especialmente en los colectores con baja velocidad de circulación del agua residual, y en los bombeos, graves atascos y problemas de funcionamiento. Otro efecto nocivo es que provocan una disminución del oxígeno contenido en el agua residual, lo que perjudica el tratamiento posterior que se lleva a cabo en las plantas depuradoras.
Por otra parte, los aceites vertidos tienen un elevado contenido de carga contaminante. Siempre se ha dicho que un litro de aceite contamina igual que mil litros de agua residual. El consorcio de aguas de Bilbao ha analizado esta cuestión en detalle, llegando a la conclusión de que un litro de aceite usado puede llegar a contaminar el equivalente a 40.000 litros de agua. Asimismo, el tratamiento en planta depuradora de un litro de aceite usado supone un coste 700 veces superior al coste de tratamiento de un litro de agua residual.
Explicación:
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