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bosque templado, el bosque lluvioso tropical, el desierto, la pradera, la tundra, la taiga, el chaparral y el océano.
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Arrecifes coralinos. Son unas de las grandes concentraciones de vida del mundo submarino del planeta, donde la vida se resguarda dentro y alrededor de las enormes estructuras coralinas que constituyen una barrera natural. Proliferan las especies pequeñas (peces diminutos, crustáceos, moluscos) que aprovechan la abundancia de materia orgánica para procesos de nutrición y descomposición, sirviendo de alimento a su vez para peces más grandes.
Zonas abisales oceánicas. Estos son ecosistemas extremos y de baja presencia de animales, ya que su ausencia de luz no permite la fotosíntesis y por lo tanto tampoco la vida vegetal. La fauna de estas zonas se ha adaptado a las enormes presiones ambientales y a la baja cantidad de nutrientes, producto de la escasa fauna, mediante metabolismos lentos y extremidades bioluminiscentes para atraer a las presas. Mucha de la vida microscópica y descomponedora se sostiene a partir de la lluvia de materia orgánica de la superficie, así como del aprovechamiento de la energía geoquímica.
Grandes desiertos cálidos. Los grandes desiertos cálidos del Norte de África, por citar un ejemplo, contienen ecosistemas complejos y mucho más vastos de lo que se cree, caracterizados por vegetación adaptada a la sequía y a las violentas temperaturas (calor de día y frío de noche), así como una fauna de reptiles, aves, insectos y mamíferos pequeños que sobreviven mediante sistemas de madrigueras.
Selvas tropicales húmedas. Uno de los biomas de mayor riqueza en ecosistemas lo constituyen las selvas tropicales, como la Amazonía. Son gigantescos reservorios de vida tanto vegetal como animal, organizados en cadenas tróficas de muchísima variedad. Sus ágiles depredadores felinos o serpientes constrictoras, por ejemplo, se ve superada por la oferta de mamíferos, anfibios, aves, roedores e insectos. Su frondosa y también abundante vegetación aprovecha los suelos fértiles y húmedos por la lluvia constante, así como la materia orgánica en descomposición que cubre los suelos (ramas, hojas, frutos, animales muertos, etc.).
Ecosistema polar. Sometidas a temperaturas sumamente bajas, las zonas de la periferia polar no carecen de ecosistemas. La Antártida, por ejemplo, a pesar de presentar cambios drásticos en temperatura y poca luz solar durante ciertas temporadas, posee un mar rico en plancton que sostiene un ciclo de vida marina adaptada a las aguas heladas, como depredadores con cuerpos peludos y densas capas de grasa, que pueden zambullirse en las aguas y pescar. Muchas de estas especies, hibernan durante los duros inviernos, disminuyendo su consumo de energía al mínimo, o migran a latitudes más cálidas, para regresar cuando lo peor haya pasado.
Ecosistemas lóticos. Se llama así a los que tienen lugar en los márgenes de y dentro de un río, arroyo o manantial. Se caracterizan por adaptarse al flujo del agua, que arrastra nutrientes químicos, especies vegetales e incluso animales.
Ecosistemas lénticos. A diferencia de los lóticos, los lénticos son característicos de grandes masas de agua cerradas, que no fluyen sino que permanecen estacionarias durante la mayor parte del tiempo: lagos, lagunas, esteros y pantanos. En ellos prolifera la vida vegetal, dada su alta presencia de materia orgánica aprovechable y de sedimentos, así como el frescor del clima y la humedad ambiental. En la fauna proliferan las aves zancudas y los anfibios.
La alta montaña. Dado su relieve de altura, que puede implicar una drástica disminución del oxígeno y una gran exposición a los rayos ultravioleta, la vegetación de estas alturas suele ser escasa y a lo sumo consistente en arbustos o hierbas. La fauna es predominantemente insecta, así como de reptiles y aves que aprovechan su capacidad de vuelo para depredar.
La sabana.
Un buen ejemplo de sabana son las grandes planicies africanas, en las que la sequía estacionaria permite sólo vida vegetal de poca altura, pero grandes mamíferos rumiantes (antílopes, búfalos, etc.), depredados por felinos y caninos de buen tamaño (leones, hienas, etc.).
Bosques fríos o de coníferas. En estos bosques de clima frío y húmedo la abundancia de vida vegetal permite la proliferación de cadenas tróficas adaptadas a la vida terrestre o a las altas copas de los árboles, que pueden superar los 10m. La fauna se caracteriza por mamíferos de grueso pelaje (osos, lobos, armiños), insectos, roedores y aves.
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