Respuestas
Respuesta:
Violencia extrema. El término factor geopolítico es una manera 'elegante' que en ciertos ámbitos (incluyendo el de inversiones), utilizamos para referirnos a factores de violencia extrema en el mundo. A partir de su particular condición puede tener implicaciones económicas de alto impacto.
Respuesta:
Revolución Industrial, nuevas tecnologías y nuevas ideas
económicas
La Revolución Industrial constituyó un ejemplo de crecimiento
económico sostenido, y tuvo repercusiones geopolíticas y geoeconómicas en los siglos xviii y siguientes. El desarrollo previo de la protoindustria en Inglaterra impulsó el avance tecnológico, basado en
avances científicos que desde el siglo xvii habían generado mayor
reconocimiento social para la actividad intelectual. Un tipo específico de conocimiento, el conocimiento útil, que permite manipular
la naturaleza o el mundo natural para alcanzar objetivos materiales
(Mokyr, 1999, p. 2), predominó en la Revolución Industrial. La física y la química tuvieron poco impacto en las primeras fases de la
industrialización, función que aumentó durante el siglo xix (Cháves
Palacios, 2004, p. 109), pero fue crucial el papel de los ingenieros
mecánicos. El nuevo conocimiento científico y empírico se aplicó
sistemáticamente a la producción para el mercado (Deane, 1989) y
originó un crecimiento que, a pesar de que los años de 1780 a 1815
fueron de inestabilidad política en Europa, permitió a Inglaterra
acrecentar su población y mantener su nivel de vida (Mokyr, 1999).
Los cambios tecnológicos produjeron una transformación drástica
en sistemas de producción, relaciones sociales, formas de gobierno,
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comunicación y transporte, además de generar nuevos objetivos
geopolíticos y geoeconómicos para los gobiernos europeos. De esta
manera, el cambio tecnológico formó parte de un sistema social, y
esos cambios convergieron para hacer que la máquina sustituyera a
la mano de obra humana. Tal situación permitió la aglomeración de
trabajadores en fábricas, mientras la especialización de funciones y
la estandarización de maquinarias y piezas de repuesto los convirtieron en obreros de tiempo completo (Cháves Palacios, 2004, p.
106). Hubo una dinámica de tres momentos: la invención, la difusión y la aplicación de la nueva tecnología al sistema de producción,
por la cual los avances tecnológicos se concentraron en la fabricación de textiles y en la minería, para pasar en el siglo xix al transporte
terrestre y marítimo (Cháves Palacios, 2004, p. 97).
En la Revolución Industrial, procesos domésticos ingleses contribuyeron a acelerar el desarrollo tecnológico asociado a la producción
y al surgimiento de nuevas ideas acerca de la propiedad y las relaciones entre Estado y economía. Las más importantes fueron las de
Adam Smith, quien en Una investigación sobre la naturaleza y causas
de la riqueza de las naciones (o La riqueza de las naciones) consideró
que si los individuos buscan alcanzar sus propios intereses, esto repercute positivamente en la sociedad porque aumenta la eficiencia
económica y crea más riqueza para el Estado-nación, al aumentar
la recaudación de impuestos y el poder de las naciones en sus relaciones internacionales (Mingst y Arreguin-Toft, 2014, pp. 18-22). Lo
que permite el crecimiento económico es la división del trabajo, en
la cual cada uno se especializa en una actividad para hacerla mejor
y más rápidamente. Para que la especialización sea posible, es necesario ampliar el mercado a fin de que crezca la demanda, que a su
vez genera mayor especialización y crecimiento económico. La ley
de la oferta y la demanda es la “mano invisible” que guía el funcionamiento del mercado. El Estado no debe interferir con ella, aunque retiene funciones concretas —mantener la seguridad interna y
geopolítica y geoeconomía en el proceso globalizador / 47
externa, asegurar que los contratos se cumplan (justicia) y desarrollar obras públicas e instituciones (educación) que los actores privados no pueden efectuar porque cuestan mucho o no tienen utilidad
económica inmediata.
Las ideas de Smith aparecieron publicadas en 1776, dos siglos después de la Paz de Westfalia, producto de una reacción a las ideas de la
fisiocracia. Para los fisiócratas franceses del siglo xviii, la base de
la riqueza era la propiedad de la tierra, de manera que la riqueza
de una nación la determinaba la cantidad de tierra apta para cultivar.
El Estado no debía intervenir en la economía sino “dejar hacer” (laissez
faire) para que los propietarios aumentaran su producción guiándose por los principios de la naturaleza que favorecían la búsqueda del
provecho propio. La industria y el comercio eran actividades subordinadas a la agricultura porque solo transformaban los productos de
la tierra, mientras esta era capaz de reponer los términos de partida y
crear un excedente a partir de ellos (Domínguez Torreiro, 2004). Solo
pagaba impuestos la propiedad de la tierra, y el interés individual era
la piedra angular de las relaciones económicas. Estas ideas originaron el concepto de que existe una “máquina” económica que funciona por sí sola en el interés general. Ese razonamiento es de Jacques