diferencias entre el evolucionismo y la evolucion


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Respuesta dada por: cristinapariona2019
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Teoría de la evolución

Entre los te­mas que, res­pecto al hom­bre, Darwin dejó pen­dientes está el de la po­sible identificación en­tre evolución y evolu­cionismo.

La Teoría de la Evolución enseña que, teniendo en cuen­ta los datos de las ciencias naturales (paleontología, bio­genética, etc.) puede afirmarse con toda probabilidad que en el ámbito orgánico existe un proceso continuo, sin aparentes saltos bruscos, de desa­rrollo, proceso que va de las formas inferiores a las formas superiores. Pero de tales da­tos científicos no se saca la conclusión de que las formas inferiores producen, por des­pliegue interno o inmanente, las formas superiores. Parece, pues, que no habría objecio­nes serias que oponer a la evo­lución entendida de esa mane­ra. Lo importante, en tal senti­do, es que los científicos en­cuentren los mecanismos ge­néticos –o de otra índole– que dan lugar a ese proceso conti­nuo, en el cual todos los orga­nismos pasados y presentes descienden, siguiendo una ley de nacimiento natural, de rea­lidades preexistentes. Tal pro­ceso no siempre es progresivo, pues a veces desemboca en una vía muerta.

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Mecanismos evolutivos

Los mecanismos evolutivos son, pues, las causas de la evo­lución. Darwin consignó dos de esos mecanismos: la “selección natural” en la lucha por la vida entre los seres vivos (donde perviven los más fuertes) y la “transmisión hereditaria” de estos caracteres adquiridos. En realidad se vio después que es­tos mecanismos no explican por qué aparecen, por ejemplo, se­ries pancrónicas. A su vez, La­marck había indicado dos me­canismos: la “adaptación” (el cambio de las circunstancias ex­ternas obliga a los seres vivos a cambiar el modo de vivir y, por tanto, a usar hipertrofiadamen­te unos órganos en detrimento de otros) y la “transmisión here­ditaria de los caracteres adqui­ridos”. Tales mecanismos, ex­puestos como leyes, también han sido criticados en profundi­dad por los científicos: ni la adaptación es suficiente para ex­plicar la transformación interna de los organismos, ni todas las variaciones adquiridas son transmisibles (sólo se convierten en heredi-tarias las que consiguen modificar las moléculas del constituyente quími­co de los genes). De Vries indicó el mecanismo de las “mu­taciones”: la evolución se haría a saltos, mediante originación im­provisada, en los individuos, de caracteres estables y heredita­rios como mutaciones genéticas. Aunque se ha probado que esta teoría contiene lagunas insalva­bles, se perfeccionó con la hipó­tesis de las ontomutaciones (Simpson, etc).

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¿Qué es el evolucionismo?

Precisamente el evolucionis­mo explica luego la evolución asociando dos tesis distintas: una científica, otra filosófica. Por la primera sostiene que se puede establecer la continui­dad de formas en el tiempo, desde las inferiores a las supe­riores; por la segunda añade, además, que las formas esen­cialmente superiores y distin­tas (como la vida y el espíritu) provienen totalmente de las in­feriores, mediante cambios ex­ternos geológicos y mutaciones internas biológicas. La distin­ción categorial de los seres no sería esencial. La vida animal provendría de la inorgánica; y el hombre, en su totalidad –es­pecialmente en sus capacida­des espirituales de inteligencia y libertad–, vendría de un an­tropoide primitivo.

Como teoría filosófica, pues, el evolucionismo afirma que lo superior se deriva di­rectamente de lo inferior: los seres inferiores se han trans­formado en superiores. Pero en el fondo deja sin explica­ción coherente el hecho de que la historia humana es la novedad que la libertad apor­ta en el tiempo. Esta novedad histórica tiene su origen en una novedad ontológica, a sa­ber, la de la misma libertad y la del espíritu, irreductible in­cluso a la vida orgánica supe­rior. Y esa novedad no puede tener una explicación evolu­cionista: aunque el hombre tu­viera antepasados en lo con­cerniente al cuerpo, no los ten­dría en lo referente al espíritu. En realidad, los mecanismos de la historia humana no coin­ciden con los de la evolución.

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