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COVID-19
Soberanismo y soberanías.
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DAVID LANNES ETA NICOLAS GOÑI
Miembros del grupo de trabajo Burujabe (Bizi!)
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La actual crisis sanitaria, así como las crisis ecológica y social en las que estamos inmersos, están obligando a todas las fuerzas políticas a revisar su corpus ideológico para dar la impresión de que están teniendo en cuenta estas cuestiones.
Ciertos conceptos que venimos defendiendo desde hace años, como la pertinencia de la escala local y la noción de soberanía (el término vasco Burujabe puede traducirse como soberano), parecen estar ganando consenso. Sin embargo, nos equivocaríamos si nos alegráramos demasiado pronto de ello, porque la victoria ideológica está aún lejos de alcanzarse y el reposicionamiento al que asistimos, desgraciadamente, da testimonio a menudo de un intento organizado de confiscación de estos conceptos por parte de fuerzas opuestas a la metamorfosis ecológica y social que defendemos, y a veces incluso por parte de las organizaciones más reaccionarias. Por lo tanto, trataremos aquí de desenmascarar este intento de confiscación tratando la cuestión emblemática de la soberanía.
Al poner de manifiesto la dependencia flagrante del Estado francés con respecto a sus socios comerciales extranjeros, la crisis del coronavirus parece haber transformado a los políticos franceses más liberales en soberanistas convencidos, empezando por Macron, para quien «ahora debemos reconstruir nuestra soberanía nacional y europea». Dado que hasta la fecha ningún poder o autoridad parece cuestionar la soberanía externa de Francia a nivel internacional, el Presidente de la República se refiere más bien a su soberanía interna, que otorga al Estado el poder exclusivo de gestionar las diversas competencias necesarias para el buen funcionamiento de la sociedad. Puede transferir algunas de ellas a organismos supranacionales (Comunidad Europea, Corte Penal Internacional, etc.), o incluso a empresas privadas, sin perder la soberanía si se acepta que estas transferencias son reversibles. Así, bajo el impulso del liberalismo, los Estados han delegado la mayoría de sus competencias no propias del Estado, y a veces incluso algunas de sus competencias propias (piénsese, por ejemplo, en el desarrollo de empresas militares privadas como Blackwater en los Estados Unidos). La crisis sanitaria relacionada con el coronavirus y la incapacidad material de muchos Estados para responder a ella han puesto de manifiesto que estas transferencias o delegaciones de poderes son, de hecho, muy difíciles de revertir, lo que da lugar a una pérdida efectiva de soberanía.
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