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te voy a contar el cuento del "el Osito Juan"
Érase una vez una osita muy amable y buena que se había casado con un oso muy malo y de hecho nació un niño llamado Juan un osito muy bueno que al poco tiempo obtuvo la capacidad de tener súper fuerza y cómo veía que que su mamá sufría decidió mover la roca grande con la cual su papá cerraba su cueva y así él y su mamá escaparon y cuando llegaron a la ciudad la Osa mamá decidió escribirle en una escuela al osito Juan pero él tenía un pequeño problema para ir a la escuela sus compañeros No lo querían ya que no sabía controlar su enojo y su fuerza ya que de un solo golpe golpeaba a sus compañeros y los dejaba inconscientes por eso un día decidieron sus compañeros y profesores darle un castigo al osito Juan por ser malcriado llevándolo al cementerio donde lo dejaron encerrado para ver que aprenda lo que es el miedo sus compañeros hacían voces de fantasmas para asustarlo pero él no tenía miedo porque era valiente en eso le tiraron una calabera ver el osito jugando tuvo miedo y agarró la cabeza del esqueleto y empezó a jugar fútbol con la cabeza tienes o al día siguiente se salió del cementerio y no sabían que más hacerle para que aprenda la lección pero su madre decidió hablar con él y decirle que estaba malo que estaba haciendo Ya sé aprendió la lección viviendo felices para siempre
espero que te sirva de algo
Respuesta:
Hace muchos años gobernó en la India un rey bueno, justo y generoso al que todo el mundo amaba y respetaba. Tan querido era que sus súbditos le consideraban el regente ideal, excepto en una cosa que ahora mismo vas a conocer
Resulta que el rey, a sus cincuenta y siete años, tenía un defectillo bastante molesto: ¡no se callaba ni debajo del agua! Ya fuera de día o de noche siempre tenía algo que decir y enlazaba unos temas con otros con una facilidad pasmosa. Ese parloteo incesante sacaba de quicio a todos los que le rodeaban, pero como era el hombre más poderoso del reino nadie se atrevía a decirle a la cara que cerrara la boca al menos durante un ratito.
Su consejero, un anciano inteligente y fiel que le ayudaba en los asuntos importantes, estaba bastante preocupado por la situación. Se daba cuenta de que el rey hablaba tanto que, además de resultar agotador, a menudo se iba de la lengua y decía cosas de las que luego se arrepentía. Era cuestión de tiempo que acabara metiéndose en problemas.
– ‘¡Esto no puede seguir así! Tengo que hacerle ver la realidad, intentar que cambie de actitud sin faltarle al respeto ni herir sus sentimientos. Lo pensaré bien a ver qué se me ocurre.’
Esa misma noche lo consultó con la almohada.
– Creo que lo más conveniente será aconsejarle a través de un pequeño cuento… Sí, eso es, un cuento con moraleja. En cuanto me quede a solas con él, llevaré a cabo mi idea.
Por fortuna, al día siguiente a media mañana encontró la ocasión perfecta cuando el monarca le mandó llamar para ir a dar un paseo.
– La reunión de sabios no comienza hasta las doce, así que tenemos tiempo de sobra para salir a caminar un rato y gozar de la brisa primaveral. ¿Te apetece, amigo mío?… ¡Nos sentará muy bien a los dos!......