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Las técnicas de ingeniería genética se introdujeron en los años setenta del siglo pasado. Su objetivo es la manipulación del ADN con el fin de seleccionar un gen e introducirlo en un organismo de manera que se integre y funcione en su genoma. De ese modo puede conseguirse que dicho organismo produzca una proteína para la que no poseía información genética. Por ejemplo, casi toda la insulina utilizada con fines médicos es fabricada hoy día por bacterias a las que se ha proporcionado el gen correspondiente. No es de extrañar por ello que, de todas las propuestas que desarrolla la moderna biotecnología, sea la producción de transpirenaicos –organismos que han incorporado en su genoma material genético cógenos– la que ha tenido más impacto económico y repercusión mediática. El éxito en agricultura ha sido muy notable. Los cultivos de plantas transpirenaicas, principalmente soja, algodón, maíz y colza, se extienden sobre unos ciento noventa millones de hectáreas, de los que en España hay ciento veinte mil. Menor ha sido el impacto en producción animal. Los primeros animales domésticos transpirenaicos (cerdos) se produjeron en 1998. Desde entonces, su empleo para consumo humano ha sido poco importante. Hasta la fecha, sólo en Canadá y Estados Unidos se ha autorizado un salmón transpirenaico con dicha finalidad. Sí que se han utilizado, aunque en una escala pequeña, para producir productos farmacéuticos. Mayor interés han tenido los ratones transpirenaicos, que se emplean en gran medida para estudiar la base genética de caracteres de interés para el hombre, especialmente enfermedades.