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Hay dos clases de escritores. Quienes hacen lobby para requerir la ayuda de las editoriales, y quienes resignados esperan en la intimidad de sus poemas o narraciones. Es lo que piensa el maestro José Ramón Mercado. Sin embargo, entre los que esperan ocurren, a veces, casos excepcionales, hombres de verdadero talento. La Literatura no perdona a quienes hacen el oficio. Si es bueno ¿de repente¿su fama comienza a crecer como bola de nieve, entonces toma auge la obra del escritor, se dispara, y ya el fabulador no necesitará hacer lobby, ni sentarse a esperar «Esto, en el país, es una lotería. Acá todo está signado en un carrusel de mutuos elogios. Y la grandeza, ahora, de la literatura en el país está en manos de periodistas, que a través de sus propias columnas arrequintan su propia fama», dice.
Sí, esa es la concepción del poeta. Que espera sin angustias, pues considera que tiene una obra que no se ha divulgado de manera suficiente y el boom publicitario es sólo de los escritores que hacen lobby y asisten a cocteles tomándose fotografías y aparecen al día siguiente en las páginas sociales... Lo abordamos en plena sesión del Taller Yngermina de los sábados en Cartagena.
De José Ramón Mercado se ha sabido de todo: que fue pobre entre los pobres, mirador de pájaros cantores y sembrador de yuca en Naranjal, arreador de agua llorada de los pozos del arroyo pechilin, recogedor de leña seca en los potreros, soñador despierto bajo los ciruelos del patio de la casa alucinada, mirador de lejos a la escuela imposible, recorredor de calles desoladas bajo el sol quemante, buscandor de ilusiones en la memoria incipiente, niño sin esperanzas en procura de un milagro.