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respuesta:Pobreza, guerra e injusticia
A principios del siglo XX Rusia era un país atrasado, enormemente desigual, con grandes masas de población muy pobre y una pequeña élite muy rica. Sufría una profunda crisis económica y estaba gobernado por una monarquía absolutista (liderada entonces por el zar Nicolás II) extremadamente impopular.
Por si fuera poco, el país entró en 1914 en la I Guerra Mundial, un conflicto en el que sufrió grandes derrotas y donde murieron alrededor de 1,7 millones de sus ciudadanos.
La chispa de la revolución
En esta situación, el descontento social era enorme. Eso se tradujo en dos oleadas revolucionarias que se dieron en 1917: por un lado, en febrero se produjo una serie de revueltas que obligaron al zar a dejar el trono, cuando vio que no podía controlarlas porque incluso el ejército se ponía del lado de los protestantes.
A partir de entonces se organizó un Gobierno provisional que era cada vez más débil, mientras que una nueva forma de organización política ganaba cada vez más apoyo popular: los soviets o asambleas de trabajadores, que querían impulsar una revolución socialista.