¿que argumentos usaron las naciones africanas y asiaticas para fundamentar su rechazo al colonialismo que sufrian?
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Explicación:Comencemos comentando las afirmaciones de Samuel P. Huntington en The Clash of Civilizations and the Remaking of World Order. El libro del asesor presidencial norteamericano ejemplifica la actitud que podemos denominar de antropoémica que rechaza sin matices al otro, que lo vomita, que lo desprecia. Huntington diseña un mapa de los conflictos actuales desde la perspectiva civilizatoria1 en el que muestra – sin los matices necesarios para comprender las diferentes percepciones de la complejidad del mundo contemporáneo –, lo que él denomina tres universalismos: el judeocristiano2, el islamista y el confuciano. Al no poder negar que estamos ante tres centros de “difusión” cultural con pretensiones de universalidad, el autor norteamericano nos advierte de los peligros que corre el modelo “cultural” occidental, frente al posible entendimiento y unidad de acción entre el Islam y el confucianismo para destruir la civilización cristiano-capitalista. Aparte del conjunto de generalizaciones “antropoémicas” que proliferan en todo el texto de Huntington y su “aparente” desconocimiento de la pluralidad y las fracturas que existen tanto en el ámbito del Islam como en el de los países de influencia confuciana, lo que destaca en el conjunto de sus argumentos es el miedo occidental de perder la hegemonía cultural-colonial en la que se han basado las diferentes expansiones imperiales que han signado durante más de cuatro siglos los diferentes procesos de la acumulación capitalista.3
2Para nosotros, la cuestión reside en que tenemos que ser conscientes de que existe un arraigado y perverso paradigma cultural en el marco de las sociedades occidentales en su relación con los otros, especialmente las sociedades árabes y musulmanas. Este paradigma se sostiene básicamente en criterios esencialistas que parten de una concepción a priori del resto de culturas. Así, todo producto cultural islámico “tiene que ver” con la religión; África se visualiza desde la etnicidad; Asia, como ejemplo de pasividad; y los pueblos indígenas sólo son visibles como folklore. Todo ello nos induce a una percepción monolítica y estática de los procesos culturales interiorizados por el punto de vista colonial y difusor: los otros son vistos como culturas cerradas, inmodificables en sus aspectos fundamentales, portadoras de tradicionalismos inmutables y agresivos. De ese modo, toda “diversidad cultural” es interiorizada en nuestras conciencias desde una perspectiva negativa provocándonos una fuerte ceguera ante los intentos democratizadores que se llevan dando en el mundo árabe desde hace decenios. Como afirma la profesora Gemma Martín Muñoz,
4 Cfr. asimismo Martín Muñoz, 1999, esp. 289-321.
A nosotros nos repugna todo lo negativo que hay en el mundo musulmán (tanto) desde nuestras posiciones esencialistas, que no quieren ver lo que realmente pasa allí y prefieren seguir pensando que es un mundo monolítico, retrasado y sin capacidad de transformación, (como) etnocéntricas, porque nos permiten proclamarnos en los representantes universales de la civilización, cuando en realidad estamos contribuyendo a que la democracia, la libertad y el estado de derecho no se desarrollen en esta parte del mundo. (Martín Muñoz, 2004)4
3Pero al “centro colonial difusor” le interesa más volver la espalda a las realidades concretas, consolidar estereotipos culturalistas que obvien las causas reales de los llamados fundamentalismos (como reacción poscolonial de países antaño colonizados) e implantar – al estilo de Huntington, el cual podría haber sido perfectamente entrevistado en Bowling for Columbine – el horror ante el diferente esencializado en categorías que justifican nuestro rechazo.
4Desde el “miedo”, difícilmente pueden comprenderse los fenómenos culturales. Aparte de tener que repetir que no pueden darse colonialismos culturales sin colonialismos económicos y políticos, lo que nos interesa destacar en este momento, es que a partir del miedo lo único que se hace es generalizar al “enemigo” como alguien que se opone, también sin fisuras y sin matices, a nuestra forma de vida. Si todas las entidades culturales están cerradas al exterior y son monolíticas en su interior, la hipotética enemistad u oposición termina eternizándose y pudriéndose en sí misma ante los obstáculos infranqueables para la comunicación y el diálogo intercultural.
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5Por lo tanto, cabría preguntar, dado el éxito de estas propuestas ¿cuáles son los mecanismos de este mecanismo de difusión “colonialista”? ¿Qué es lo que se pretende: advertir de los peligros de la hipotética lucha entre civilizaciones o, por el contrario, provocar tales peligros con el objetivo final de ocultar los conflictos reales y los intereses geoestratégicos que subyacen a los procesos culturales hegemónicos?5