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gipto fue el primer Estado centralizado del mundo, lo que significa que los egipcios fueron también los primeros en cumplir con una de las obligaciones ineludibles de los ciudadanos en todas las épocas y todos los lugares: pagar impuestos. Ya desde el IV milenio a.C., antes de la unificación del país, se recaudaban impuestos a pequeña escala, dentro de los límites geográficos de los reinos predinásticos del Alto Egipto como Abydos, Nagada e Hieracómpolis. Con la aparición de un Estado unificado en todo Egipto, en torno a 3100 a.C., los faraones crearon un sistema recaudatorio que cubría el conjunto del país, y que se apoyaba en una burocracia especializada y eficiente.
Al principio era el propio rey el encargado de realizar la recaudación o, cuando menos, de propiciarla con su presencia. Junto a su corte se embarcaba en una flotilla con la cual recorría el valle del Nilo para trasladar su residencia desde Abydos, en el sur del país, a Menfis, en el norte, y viceversa; era lo que se conoce como «el seguimiento de Horus» (el rey se consideraba la encarnación del dios halcón Horus en la tierra) y le daba al faraón la ocasión de dejarse ver ante sus súbditos. Las dificultades del viaje se reflejan en el hecho de que, al principio, se hacía sólo cada dos años.
EL «RECUENTO DEL GANADO»
Aprovechando la presencia del soberano, los encargados de llenar las arcas del Tesoro –integrados en un departamento que existía al menos desde la dinastía I– organizaban en cada localidad ceremonias de recaudación, denominadas «el recuento del ganado». Su relevancia era tal que se llevaba la cuenta para cada reinado y servían de referencia cronológica. Pero durante el Imperio Antiguo la corte se sedentarizó y la recaudación fue tomando carácter anual, a la vez que dejaba de estar vinculada al viaje periódico del faraón por el Nilo.
Los funcionarios llevaban una contabilidad detallada de la recaudación. En uno de los anales más antiguos que conocemos, el de la Piedra de Palermo (dinastía V), encontramos un registro fiscal típico: «Año octavo de Ninetjer. Seguimiento de Horus; cuarta ocasión del recuento de ganado. 4 codos, 2 dedos». La entrada consignaba cuatro informaciones: el año de reinado del faraón, el traslado del faraón de Abydos a Menfis, el número de la recaudación fiscal (la cuarta en este caso; por tanto, se cumplía la regla de las recaudaciones cada dos años) y la altura alcanzada por la crecida del Nilo, unos 3,5 metros.
Este último dato era un factor crítico para el cálculo de los impuestos en Egipto. La inundación de las tierras del valle entre julio y septiembre era la clave de la extraordinaria riqueza agrícola del país, motivo de envidia de todos los pueblos del Mediterráneo antiguo. Pero el nivel de la crecida variaba mucho de año en año, y eso tenía graves consecuencias: una crecida insuficiente significaba que quedaban tierras sin irrigar, mientras que una inundación excesiva causaba la destrucción de poblados y cultivos. El nivel de la inundación determinaba, pues, el resultado de la cosecha, y con ello la recaudación fiscal, pues los impuestos se calculaban siempre como una parte de la recolección: en época saíta (664-525 a.C.) eran el 20 por ciento, según cuenta el Papiro Rylands IX. Por ello, los funcionarios del faraón estaban siempre preparados para controlar la altura de la crecida a través de los nilómetros, como los situados en Elefantina o Medinet Habu, en cuyas paredes había grabada una escala en codos. Así podían conocer la altura máxima de las aguas, un dato que luego dejaban registrado en los archivos reales año a año. A partir de esta información se podía calcular, al menos en teoría, las aruras de terreno (cada arura equivalía a 0,279 hectáreas) que ese año quedarían irrigadas y plantadas. Como se conocía la productividad aproximada de los campos –unos 10 granos por cada grano plantado más o menos, dependiendo del cultivo–, los diligentes escribas del faraón sabían qué cantidad podían exigir a los campesinos.
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Aprovechando la presencia del soberano, los encargados de llenar las arcas del Tesoro. Integrados en un departamento que existía al menos desde la dinastía y organizaban en cada localidad ceremonias de recaudación, denominadas "el recuento del ganado"
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