porque crees El Conpes 2465 expedido por el gobierno tuvo repercusión en la economía colombiana
Quién me puede ayudar por favor
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La apertura económica es uno de los legados que los colombianos asocian inmediatamente con el expresidente César Gaviria Trujillo. Sin embargo, esta idea nació antes de que llegara al poder. El presidente número 55 del país recuerda con claridad que los primeros que hablaron del tema fueron los economistas que editaban la revista Estrategia económica y financiera, algunos de los cuales lo asesoraron durante su ejercicio como Ministro de Hacienda de Virgilio Barco.
Gaviria ya había salido de ese gobierno cuando la idea de los economistas cobró vida el 22 de febrero de 1990, casi al final de la administración Barco, a partir del documento Conpes 2465, titulado Programa de modernización de la economía colombiana, que se convirtió en el primer paso hacia la globalización del país.
A diferencia de lo que ocurría en otras naciones del vecindario, la apertura en Colombia no fue el resultado de una crisis económica o por exigencia de un organismo internacional, sino porque esa era la dirección que estaba tomando el mundo. Y nadie se quería quedar atrás.
“Personas como Rudolf Hommes y Armando Montenegro, que trabajaban en la revista y fueron mis asesores en el Ministerio, tenían claro que eso era lo que se debía hacer y luego vinieron a implementarlo al formar parte de mi equipo económico”.
Por eso, tres meses después de posesionarse como jefe de Estado, Gaviria expidió un nuevo documento Conpes, el 2494 del 29 de octubre de 1990, con el que puso el acelerador para sacar adelante la apertura. “Teníamos claro que íbamos a desmontar los aranceles de forma gradual, en un lapso de tres años y, además, el primer paso fue eliminar la licencia previa”.
La apertura, que era más ambiciosa que los tratados de libre comercio firmados recientemente por el país, le dio un giro completo a la forma de hacer empresa en Colombia. Además, no tuvo que pasar por el Congreso, ni contar con la aprobación de la Corte Constitucional. Era potestad del Ejecutivo y del recién nombrado ministro de Desarrollo Económico, Ernesto Samper Pizano.
Así mismo, el proceso de apertura no estuvo sujeto a reuniones previas con posibles afectados o beneficiados, simplemente fue una decisión de gobierno que todos los aranceles iban a bajar, sin exclusión. El plan era disminuir el nivel conjunto de arancel y sobretasa del 33,5% vigente en noviembre de 1990, a 14,6%, en 1994.
Gaviria atribuye el escaso debate que suscitó la apertura económica al hecho de que simultáneamente se discutía la Constituyente y la atención del país estaba centrada en ella.
Acelerador a fondo
En junio de 1991, ya con el proceso en marcha, los resultados no fueron los esperados. Las importaciones, en vez de crecer, disminuyeron, pues ante la expectativa de que los aranceles serían más bajos a futuro, muchos pospusieron sus compras del exterior, lo que trajo como resultado revaluación e inflación.
“La única salida era acelerar la apertura. En vez de hacerla en tres tramos, decidimos que lo mejor era aplicar toda la rebaja arancelaria de una vez”, recuerda el expresidente, quien hoy no duda de lo acertada que fue su decisión, al confirmar los grandes cambios generados por esta decisión. Estaba y sigue convencido de que ese era el camino y la prueba es que el país continuó negociando tratados de libre comercio.
La decisión de acelerar la apertura la adoptó Gaviria luego de una charla con Nicanor Restrepo, líder en la época de Suramericana, una de las compañías del poderoso Sindicato Antioqueño. Gaviria cuenta que Restrepo le pidió que no retrasaran más las medidas porque la economía estaba padeciendo la incertidumbre de una baja de aranceles con cuentagotas.
“Más que una oposición a la apertura comercial, recibimos quejas porque para algunos el proceso fue muy rápido, pero creo que el error fue haber comenzado de forma gradual. Vivimos inicialmente unos resultados negativos que hubiéramos podido evitar con un desmonte arancelario inmediato. Es más, cuando se hizo toda la rebaja, la economía reaccionó y el país creció”, comenta Gaviria.
Frente a la percepción de que el agro fue la principal víctima, Gaviria considera que más que la apertura, lo que afectó al campo en ese momento fue una acumulación de acontecimientos adversos: la sequía de 1992, el racionamiento, la caída de los precios internacionales y, principalmente, la decisión del Banco de la República que, con su recién adquirida independencia, dejó de entregar subsidios a la producción agropecuaria. “Además, el campo colombiano tiene un problema estructural que lo hace crecer menos que el resto de la economía, cosa que no ocurre en los países vecinos”, explica.
Con o sin razón, lo cierto es que hay una verdad de a puño y Gaviria la dice sin tapujos: sin apertura, hoy el país sería muy distinto.