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El 10 de agosto de 1945, un día después de que Estados Unidos lanzara la bomba atómica sobre Nagasaki, la Administración de Harry Truman convocó una reunión cerca de la Casa Blanca para discutir sus planes en Asia ante la inminente rendición japonesa. Ningún oficial había sido entrenado (para administrarla) ni se había trazado ningún plan", escribe Don Oberdofer en el clásico ‘The Two Koreas’. Pero, aquella noche, dos jóvenes coroneles del Pentágono determinarían su futuro al dividir el país de un plumazo en dos zonas de ocupación.
Echando mano de un pequeño mapa de National Geographic, el futuro secretario de Estado, Dean Rusk, y el futuro comandante en Corea, Charles Bonesteel, seccionaron el país a la altura del paralelo 38. "Trabajando con prisa y bajo una gran presión, se nos encomendó una tarea formidable: elegir una zona para la ocupación estadounidense", No sabían que esa era la misma demarcación que Rusia y Japón habían discutido a principios del siglo para repartirse la península en zonas de influencia, pero la propuesta, que dejaba la capital en poder de EEUU y partía el territorio prácticamente por la mitad, terminó prosperando. “Nuestros comandantes la aceptaron sin demasiadas discusiones y, sorprendentemente, también lo hicieron los soviéticos”.
En 1948 se declaró en el sur la República de Corea, encabezada por Syngman Rhee, un cristiano converso y furibundo anticomunista que pasó buena parte de la ocupación japonesa en el exilio y regresó al país en un avión militar estadounidense con títulos de Harvard y Yale en la maleta. Menos de un mes después, se proclamó en el norte la República Popular Democrática de Corea. Stalin escogió a Kim Il Sung para presidirla, el padre de la dinastía que dirige su nieto, un guerrillero que luchó contra los japoneses en China y pasó la segunda guerra mundial en campos de entrenamiento soviéticos en Rusia. Ambos aspiraban a reunificar el país.
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Conocido como el "conflicto olvidado" en EEUU, por la censura impuesta a su cobertura, aquella fue una guerra increíblemente devastadora. Durante tres años, enfrentó a chinos, soviéticos y norcoreanos contra estadounidenses, surcoreanos y una coalición de 20 países bajo bandera de Naciones Unidas, la primera vez que el organismo creado para el mantenimiento de la paz tomaba las armas.
Armisticio y sin tratado de paz
Técnicamente el conflicto acabó en tablas, con un armisticio y sin tratado de paz. Cuando callaron los fusiles en 1953, habían muerto más de dos millones de coreanos, cerca del 10% .
Documentos oficiales de su Fuerza Aérea sostienen que las ciudades del Norte registraron mayor devastación que las alemanas y japonesas durante la segunda guerra mundial, una campaña que algunos observadores describieron como de “exterminio”.
Los líderes del Norte, que pasaron parte de la guerra agazapados en cuevas, nunca lo olvidaron. “Desde el final de la guerra temieron que EEUU volviera a lanzar otro ataque masivo desde el aire, . Su programa atómico arrancó en los años cincuenta con la ayuda soviética, aunque no fue hasta 2006 cuando Pionyang detonó de forma controlada su primera bomba nuclear.
La amenaza estadounidense nunca se fue. A partir de 1958, Washington desplegó en el Sur cientos de bombas nucleares, que no fueron retiradas hasta 1991,.
En Corea del Sur quedan además unos 20.000 militares estadounidenses, a pesar de que presidentes como Carter contemplaron seriamente su retirada. Nada de eso justifica el totalitarismo impuesto por la dinastía Kim, que durante décadas tuvo su espejo en los regímenes autoritarios del Sur, pero sí que sirve para comprender la paranoia de sus líderes y las dificultades que comporta el pretendido desarme norcoreano.