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Sandra estaba feliz con Juan que era el novio perfecto, atento, caballeroso, siempre dispuesto a pasar tiempo con ella y en apariencia era “un rey”. Sus amigas hasta la envidiaban cuando lo veían todas las tardes pasar por ella para comprarle un dulce y acompañarla a su casa. Atenciones y más atenciones, miel y más miel. Todo lo resolvía José, hasta sus tareas escolares…
Llevaban ya un mes de andar y Juan juraba amor eterno y todo lo que podía hacer para “complacerla” lo hacía… Todo a cambio de algo: de que ella estuviera todo el día, todos los días atenta a él, que contestara en un lapso no mayor a 5 minutos todos sus mensajes (promedio de 100 al día), que subiera todas las fotos que él quería a Facebook y por supuesto no salir ni ver a nadie (hombre o mujer) que no fuera José. Sandra decía: “qué lindo, esta siempre pendiente de mi”, aunque ignoraba que acababa de coquetear con el primer monstruo de las relaciones destructivas: EL CONTROL FREAK. = NECESITO SENTIRME AMADA.
Era verdad: Juan se desvivía por Sandra y no había un segundo, desde que despertaba hasta que se dormía, en que no pensara en ella y tuviera algún un detalle para ella. PERO, obviamente lo mismo le pedía y no le perdonaba que algo se le pasara, pues “ardería Troya”. Lo que ambos ignoraban es que cuando dedicas cada uno de tus pensamientos del día a una persona, se convierte en obsesión y es la manera más sencilla de sufrir en la vida. Así ambos se encontraron al segundo monstruo: LA OBSESIÓN. = PORQUE YO DEJO DE SER YO POR AGRADARTE.
De la nada Juan comenzó a echarle en cara a Sandra, todo lo que hacía por ella y lo poco que lo valoraba. Le reclamaba y enlistaba por horas cada cosa que él daba a la relación e histérico decía: “¿y tú qué, tú qué haces Sandraaaa?”, ella se quedaba callada pensando y entonces Juan respondía por ella: “nada ¿verdad?, eso es lo que te digo princesa, sólo quiero que esto funcione”. Por supuesto que esto no era verdad, ella hacía hasta lo imposible por complacerlo: detalles, regalos, se bañaba con el celular al lado por si la llamaba o escribía y que no se fuera a enojar, pero nada de esto era suficiente. Y ella terminaba siempre pidiendo perdón y suplicando otra oportunidad (a pesar de no haber hecho nada). El tercer monstruo: LA MANIPULACIÓN, ya estaba dentro también. = MANIPULAR TAMBIÉN.
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