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La Filosofía, disciplina que promueve una cosmovisión racional, que alienta el pensamiento crítico con el clásico lema de Horacio "Sapere Aude" (atrévete a pensar), que anima al alumnado a alcanzar la mayoría de edad intelectual, a servirse de su razón, a pensar por sí mismo, a preguntarse por la esencia de la realidad, a bucear en las apariencias, en definitiva, a dudar razonablemente, prevenir toda tentación de fanatismo o intolerancia y conquistar la libertad a través del conocimiento. La Filosofía, que proporciona además sólidas herramientas teóricas para interpretar el mundo como el análisis conceptual y la correcta argumentación, que enseña a expresar las propias posiciones, que trabaja los textos clásicos universales (Platón, Aristóteles, Descartes, Hume, Kant, Rousseau, Marx o Nietzsche) para ayudar a abrir los ojos a través de lo que otros pensaron antes y que, además, proporciona una visión global tan necesaria en un mundo en el que el conocimiento se obtiene de modo cada vez más fragmentario, en un mundo complejo y desconcertante, que lejos de aproximarse a la utopía de la "Sociedad del Conocimiento" se asemeja, cada vez más, a la "Sociedad de la Ignorancia". La Filosofía, que a través de la Ética también proporciona criterios racionales para orientar la acción, viene siendo considerada por determinados sectores una disciplina peligrosa, incluso un "adoctrinamiento". Nada de esto es nuevo en realidad: Sócrates fue condenado a beber la cicuta por ser "el tábano de Atenas" y despertar la conciencia de los jóvenes y Aristóteles tuvo que refugiarse en Assos para que la asamblea ateniense no pecase, por segunda vez, contra la filosofía. El peligro de la Filosofía radica, seguramente, en que enseña también que no todo vale, que hay argumentaciones correctas y otras que son meramente falaces (por ejemplo, decir que "todos son mentirosos" se denomina falacia de generalización incorrecta), que un posicionamiento teórico se rebate aportando razones y no atacando ofensivamente al oponente (falacia ad hominem), que hay conclusiones que no se siguen de las premisas, que la veracidad es una cosa y la verdad otra, que recurrir al victimismo se llama falacia ad misericordiam, que decir lo que sabemos que los otros quieren oír se denomina falacia ad populum y que la inteligencia no puede ser esclava de la pasión (y mucho menos de las bajas pasiones).
En el último pleno la señora Ferrando -a la sazón, concejala de Cultura del Ayuntamiento de Orihuela- traspasó uno de los límites que ni la filosofía, ni la decencia permiten traspasar. Se atrevió a descalificarme, no política sino profesionalmente, acusándome de "adoctrinar a mis alumnos" ante la complacencia de la señora Lorente, presidenta del pleno y responsable última de lo que allí acontece. El desacuerdo político, la discrepancia en la gestión, el antagonismo ideológico nunca pueden ser una excusa para la infamia y la calumnia. Seguramente si la señora Ferrando hubiera asistido a mis clases algo de esto hubiera aprendido.
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