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El tema de la postura de la élite peruana respecto de la independencia americana es un tópico ineludible para cualquiera que se adentre en el estudio del proceso de emancipación americana. Como es conocido y ha sido ampliamente documentado, la actitud del patriciado virreinal respecto de la emancipación americana osciló desde la abierta hostilidad hasta una lánguida adhesión, pasando por un mal disimulado desinterés -dependiendo de las circunstancias-, la correlación de las fuerzas militares en pugna y los cálculos coyunturales sobre el mejor camino para conservar sus privilegios.
Varios autores han ofrecido explicaciones a esta conducta que costó a la clase dirigente peruana extraviar su legitimidad política durante las primeras décadas del período republicano. Entre ellos, John Lynch , quien afirma que el recuerdo de la sublevaciones indígenas de 1780-1782 infundió un enorme temor en la élite respecto de las otras castas, mayoritarias demográficamente, y la imperiosa urgencia de mantener el orden público y la estabilidad política, ya que cualquier alteración podría provocar convulsiones sociales que amenazaran su propia supervivencia física, de modo que cuando el régimen colonial no pudo continuar garantizando el imperio del orden, luego del golpe de estado del general La Serna contra el virrey Pezuela, no dudó en apoyar al general San Martín y su protectorado. Scarlett OPhelan también se ha referido a las juntas locales , distinguiendo el movimiento cuzqueño de los demás por su declarado liberalismo y su proyección extrarregional. Por nuestra parte , hemos indagado las sublevaciones tacneñas, constatando que ellas fueron instigadas por la Junta de Buenos Aires con objeto de facilitar las campañas militares rioplatenses en el Alto Perú, y que la actitud asumida por los principales comerciantes de la plaza fue, inicialmente de prudente indiferencia, para luego sumarse a la triunfante restauración colonial. Para el Perú septentrional, el tema la postura de la élite durante la independencia ha sido abordado tangencial-mente por Susana Aldana , en un estudio que enfatiza la integración económica entre el norte peruano y Ecuador. La prolija investigación de Elizabeth Hernández puede considerarse un complemento de esta investigación y contribuye a esclarecer el trasfondo de las diversas posiciones que asumieron las aristocracias americanas durante la crisis colonial y sus consecuencias en los inicios de la república.
El trabajo comentado comienza describiendo el escenario físico y el contexto institucional en que se desenvolvió la élite piurana durante la última etapa del período colonial. El hecho de haber formado el primer cabildo del virreinato, la antigüedad de su presencia en el territorio, su ascendencia española y la limpieza de sangre eran los puntales de su legitimidad, y su continuidad obedeció a las prácticas endogámicas, al establecimiento de vínculos familiares con otras élites provinciales, a la incorporación de peninsulares a través del matrimonio de sus hijas y la formación profesional de sus hijos para incorporarlos en la burocracia colonial, extendiendo así la influencia del grupo. Esta primacía se expresaba en que no más de doce familias copaban los cargos municipales y el mando de las milicias locales.
Al producirse el vacío de poder producto de la invasión napoleónica a la península, la nobleza piurana siguió el mismo camino fidelista que las demás aristocracias hispanoamericanas, respaldó a la Junta Central y designó un diputado para que la representara en las Cortes de Cádiz. Su apego al régimen monárquico quedó en evidencia con las manifestaciones de repudio contra la Junta de Quito, de agosto de 1809, su apoyo moral y económico al virrey Abascal y su política antiamericana, y en nada resintió la restauración absolutista de Fernando VII en 1814.
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