¿Cómo influyó la revolución cubana en los cambios políticos de América Latina?


valeriacantillo: continuacion: De esta manera,se fue configurando en América Latina una dimensión regional de la llamada Guerra Fría Cultural, es decir, la lucha por el protagonismo y la influencia en diversos ámbitos de la creación artística y literaria. En esto los autores y creadores fueron relevantes,pero también lo fueron las organizaciones creadas al efecto, como muestra el libro de Germán Alburquerque, La trinchera letrada. Intelectuales latinoamericanos y Guerra Fría (Santiago, Ariadna, 2011).
valeriacantillo: Así aparecieron los Congresos culturales, las revistas literarias, por las cuales el bloque comunista y el democrático pretendían lograr adeptos, así como ganar el ámbito de disputa continental
valeriacantillo: Así lo observó esa gran reunión que fue la Tricontinental de enero de 1966, como quedó reflejado en la “Declaración General de la Primera Conferencia de Solidaridad de los pueblos de Asia, África y América Latina”. En uno de los párrafos más interesantes desde la perspectiva que tratamos, el texto denunciaba la penetración norteamericana.
valeriacantillo: Concluía proclamando el derecho de los pueblos a “expulsar de la vida cultural de sus países las manifestaciones del espíritu imperialista, enriqueciendo, con el apoyo del arte y la cultura verdaderos (sic), la vida de sus pueblos”.

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Respuesta dada por: valeriacantillo
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Este 1° de enero se conmemoró un aniversario más del triunfo de la Revolución Cubana, cuyo impacto político fue inmenso no sólo en la isla, sino también en América Latina y, ciertamente, influyó en la posición de los Estados Unidos hacia el continente.

Una semana después, Fidel Castro pronunció un importante discurso, a su llegada a La Habana, en el cual señaló: “Nosotros jamás necesitaremos de la fuerza, porque tenemos el pueblo, y además porque el día que el pueblo nos ponga mala cara, nada más nos ponga mala cara, nos vamos”. Han pasado ya cincuenta y siete años, en lo que representa la dictadura más larga que actualmente existe en América Latina.

Probablemente para las nuevas generaciones sea muy difícil entender lo que significó la Revolución Cubana en 1959 y en los años posteriores. Hoy tenemos una situación radicalmente diferente: la promesa comunista se transformó en una realidad dictatorial, finalmente el proyecto fue derrotado a nivel mundial -como mostró simbólicamente la caída del Muro de Berlín-, la democracia y la economía libre pasó a ser en los hechos una forma de convivencia y desarrollo mejor que la ofrecida en los socialismos reales. Adicionalmente, los jóvenes rebeldes y barbudos que lucharon en Sierra Maestra se fueron convirtiendo en burócratas de la revolución y más tarde en la cabeza visible de la gerontocracia que gobierna la isla.

Sin embargo, es necesario mirar el asunto con una perspectiva histórica adecuada. La Revolución Cubana tuvo efectivamente un impacto inmenso y cambió la historia de América Latina en forma decisiva, tanto en la política como en las relaciones internacionales, en la cultura y en las comunicaciones, en el análisis de la historia y en la proyección del futuro. La Revolución Cubana, en los hechos, tuvo desde el comienzo una dimensión internacional y así debe ser comprendida.

Una de las dimensiones más interesantes se dio en el plano de la literatura, cuando surgió y se consolidó el llamado Boom latinoamericano. Su punto de unión fue precisamente la fascinación política por la Revolución Cubana, a la que adhirieron personas como el mexicano Carlos Fuentes, el colombiano Gabriel García Márquez, el peruano Mario Vargas Llosa o el cubano Alejo Carpentier. Ellos son parte de una generación literaria pero también de una herencia política, que va a pervivir durante un tiempo hasta que estalle el famoso caso Padilla y se produzca la decepción de algunos, como Vargas Llosa, mientras otros siguieron fieles a la dictadura de Castro. En carta firmada en Paris el 20 de mayo de 1971, un grupo importante de intelectuales manifestó su “vergüenza y cólera” por el “desprecio a la dignidad humana” que significaba la confesión pública de Heberto Padilla, una verdadera farsa pública. La historia nunca volvería atrás.

Otro caso fue el de Pablo Neruda, poeta chileno, comunista, y que también hizo las loas correspondientes a “Fidel y los libertadores de Cuba”, en su libro Canción de Gesta (La Habana, 1960). Ahí se refirió “al hemisferio oscuro que esperaba por fin una victoria verdadera” y manifestó su lealtad permanente hacia el proceso, adelantando que se presentaría al “Juicio Final” para “defender frente al insulto muerto, Cuba tu gesta revolucionaria”. En 1966, y con ocasión del viaje del poeta al Pen Club de Nueva York, un grupo numeroso de escritores de la isla escribieron una Carta abierta a Pablo Neruda, porque consideraban una traición su viaje a los Estados Unidos. “Necesitamos saberte inequívocamente a nuestro lado en esta larga batalla que no concluirá sino con la liberación definitiva”, concluía la diatriba firmada por el propio Carpentier, Nicolás Guillén, Roberto Fernández Retamar y una larga lista de literatos funcionales al régimen, lo cual ciertamente distanciaría los afectos del poeta que, pocos años después, recibiría el Premio Nobel de Literatura.

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