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El año 1979 comenzó en Oriente Próximo con una de las revoluciones que en mayor
medida afectaría y transformaría el panorama internacional. Tras el derrocamiento de la
dinastía persa de los sha Pahlevi, una revolución popular arropó el regreso del ayatolá
Jomeini y permitió la instalación en el poder de una República Islámica. Así comenzó en
los años ochenta su andadura el nuevo régimen de Irán, el cual se mantiene hasta nuestros días. El triunfo de la Revolución Islámica iraní inmediatamente fue exportado a los
países de la región, provocando el crecimiento y consolidación de la doctrina islámica
como fuerza globalizadora frente al laicismo de Occidente. El eco de este movimiento
se dejó sentir en mayor o menor medida prácticamente en todos los países musulmanes, incluso llegó a las comunidades islámicas europeas. El resultado fue la difusión del
«fundamentalismo islámico» en Europa. Esta corriente fue adquiriendo cada vez más
importancia en las últimas décadas del siglo XX.
La primera cuestión por resolver al abordar este tema es su definición. Habitualmente se
tiende a identificar «fundamentalismo» con «terrorismo». Esta confusión es una forma de
simplificación enormemente arriesgada al tiempo que injusta. Sin embargo, podemos
explicarnos el porqué de esta tendencia a identificar ambos conceptos.
Como Bruce Hoffman expone en su libro A mano armada. Historia del terrorismo, existe
un serio problema para definir qué es y quiénes son terroristas. Entre otras razones porque los propios autores de estos hechos, no se «reconocen» o «autodenominan» como
tales. Hay diferentes motivos para ello, pero uno de los que más conviene destacar en
este momento, es que muchos de los atentados, secuestros, etc., que se atribuyen a los
grupos islámicos están justificados, según la propia versión de estos terroristas, por causas de tipo «nacionalista». No siempre es obvio, existen muchos ejemplos rodeados de
una gran ambigüedad. Con frecuencia por parte de los islamistas se tiende a definir «su
lucha contra la política internacional de Occidente» como una causa «nacionalista». Es
decir, el grado de subjetividad con la que ellos mismos perciben sus acciones, impide que
se identifiquen claramente como terroristas, mostrándose ante sus propias comunidades
musulmanas más bien como «guerrilleros» o «salvadores de su identidad islámica». Un
caso muy llamativo que después analizaremos detenidamente fue el desencadenado a
raíz de los escritos de Salman Rushdie, en el que en defensa del islam se llegó a justificar la ejecución de un atentado terrorista, aunque no llegara a consumarse.
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