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En 1876, el descubridor de Troya, realiza otro hallazgo fundamental que devuelve a la historia la antigua ciudad de Micenas, cuyo rey, Agamenón, fue quien lideró la famosa guerra, hasta entonces atribuida a una pura invención. El aventurero alemán sacó a la luz importantes tesoros, como la "máscara de Agamenón", atribuida al rey aqueo, (aunque es unos tres siglos más antigua) y en la ciudad de Tirinto desenterró un importante palacio.
Años más tarde, con el cambio de siglo, un arqueólogo británico, Arthur Evans, siguiendo la estela de Schliemann de dar credibilidad a antiguos mitos (en este caso el del rey Minos) descubre el palacio de Cnossos, desenterrando del olvido la antigua civilización cretense, que a pesar de su polémica reconstrucción sigue asombrando al visitante por su laberíntica distribución (que según algunas interpretaciones daría lugar al mito del Laberinto) y por la viveza de sus frescos, en los que asoman delfines, príncipes, hermosas mujeres y jóvenes saltando sobre poderosos toros.
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