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Respuesta:
yo tanbien lo necesito
Explicación:
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En aquel tiempo, dijo Jesús a la gente: “El Reino de los cielos es semejante a un tesoro
escondido en un campo. El hombre que lo descubre lo vuelve a esconder y, feliz de
haberlo encontrado, vende cuanto tiene y compra ese campo. El Reino de los Cielos es
semejante a un comerciante que busca perlas finas. Si llega a sus manos una perla de
gran valor, vende cuanto tiene, y la compra. El Reino de los Cielos es semejante a una red
que se echa al mar y recoge peces de todas clases. Cuando está llena, los pescadores la
sacan a la orilla. Ahí se sientan, escogen los peces buenos y los echan en canastos, y tiran los que no se pueden
comer. Así pasará al fin del mundo: vendrán los ángeles y separarán a los malos de los buenos y los arrojarán al horno
ardiente, donde habrá llanto y desesperación”. Preguntó Jesús: “¿Entendieron bien todas estas cosas?” Ellos le
respondieron: “Sí”. Entonces, Jesús añadió: “Todo maestro de la Ley que se ha hecho discípulo del Reino de los Cielos
se parece a un padre de familia que de sus reservas va sacando cosas nuevas y cosas antiguas”.
Comentario breve:
Estas tres parábolas concluyen el discurso parabólico recogido en el capítulo 13 del Evangelio
según San Mateo que hemos estado escuchando por las últimas tres semanas. Hoy leemos las
parábolas propias de Mateo: el tesoro escondido, la perla de gran valor, y la red que recoge peces
de todas clases. En las dos primeras, Jesús expresa el carácter inesperado del Reino de Dios.
Comparándolo con un tesoro escondido y una perla preciosa, las narraciones nos muestran que el
Reino de Dios es el valor supremo al que tienen que ser sacrificados todos los demás valores. La
tercera parábola se asemeja a la del trigo y la cizaña y nos recuerda las exigencias que tiene el
encuentro de la persona con Jesús. Ambas reflejan el momento en que Dios separará a los
buenos de los malos, a aquellos que escucharon con fidelidad su llamado de aquellos que lo
rechazaron. Las parábolas nos invitan a que no dejemos pasar la ocasión cuando el Reino viene a
nosotros. Muchos han buscado durante años la palabra, o la persona, o la esperanza que daría un
nuevo sentido a su vida. Y un día les sale al encuentro. A veces el hallazgo fue modesto: una
palabra de perdón, un gesto de amistad verdadera, el primer compromiso que nos ofrecieron y
que nosotros tomamos. Pero comprendimos al instante que éste era el encuentro con lo que
realmente vale, y entramos alegres al Reino.
El texto concluye conectando el Antiguo Testamento con el Nuevo en la persona de un padre
de familia que saca de sus reservas lo nuevo y lo antiguo.
La lectura de hoy nos presenta tres ideas importantes:
• El Reino de Dios es el mayor tesoro que poseemos.
• La pregunta de Jesús: “¿Entendieron bien todas estas cosas?” se nos hace también a
nosotros hoy.
• El Reino de Dios nos invita a desear cosas superiores a los bienes materiales.
Para la reflexión personal o comunitaria:
Después de una pausa breve para reflexionar en silencio, comparta con otros sus ideas o sentimientos.
1. ¿Dónde está mi tesoro? ¿A qué o a quién le dedico todas mis energías y tiempo?
2. ¿Qué me impide escuchar y acoger el mensaje de Jesús y de su Reino?
Lecturas recomendadas: Catecismo de la Iglesia Católica, párrafos 542-546; 671-672;