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Ese sábado Jimena se levantó de muy buen humor. Desayunó en pijama, se vistió sola sin hacerse la remolona como otros días, y antes de las diez de la mañana estaba lista para salir de viaje. Vestía una camisa de color azul claro, como sus ojos, un pantalón cortito blanco y unas playeras rosas; prometía ser un día caluroso. Se sentó en una silla del salón con las piernas colgando, esperando a que llegaran sus abuelos para recogerla. Sus padres saldrían un poco más tarde con Marta, su hermana pequeña.
Ir a Segovia y reunirse con sus tíos y primos le hacía mucha ilusión.
Cuando llegaron a la finca era mediodía. Enseguida salieron tíos y primos a recibirlos con gran alegría. Jimena estaba nerviosa y se escondió detrás de su abuela.
Su tío Carlos estaba limpiando la piscina y cuando la vio le gritó:
- ¡Holaaa Jimena! ¡Mira lo que he encontrado aquí!
Jimena, esta vez de la mano de su abuelo, se acercó a ver lo que había. ¡Un sapo! ¡Era un sapo enorme!
Se echó para atrás asustada tropezando.
- ¡No tengas miedo! - le dijo su tío, y con cuidado metió al sapo en un cubo.
Cuando Jimena y su tío se acercaron con el sapo, toda la familia se arremolinó alrededor para poder verlo.
- Deberíamos ponerle un nombre - hablaron todos asintiendo.
- ¡Sapón! - dijo Jimena enseguida.
Marta, su hermana pequeña que acababa de llegar, miraba a Sapón muy fijo y el sapo la miraba a ella sin quitarle ojo. Todos se echaron a reír.
Después de un rato observando a Sapón, su tío Carlos dijo:
- ¿Quién me acompaña a llevar a Sapón al río?
Todos los niños se apuntaron.
Cuento de Jimena y el sapo para las vacaciones
Salieron de la finca, tomaron un camino de tierra entre una arboleda, y a los pocos minutos llegaron a un pequeño río.
- ¡Adiós Sapón! - gritó Jimena un poco triste, pero a la vez contenta por dejar al sapo en libertad.
- ¡Adiós Sapón! - gritó también Marta con su lengua de trapo.
Todos vieron cómo Sapón saltó a una piedra en medio del río y se volvió a mirar al grupo: parecía estar agradecido.
- ¡Adiós Sapón! - se despidieron todos de nuevo.
Con Jimena a la cabeza iniciaron el camino de vuelta a la finca. Cuando llegaron, los demás terminaban de poner la mesa: platos, vasos, cubiertos, servilletas de papel; todo aparecía perfectamente ordenado para las treinta personas que eran.
Comieron una rica paella que había preparado el tío Miguel. Después, Jimena jugó con sus primos dándose un baño con la manguera, armando un gran jolgorio; estuvo toda la tarde jugando, y entrada la noche sus tíos hicieron una deliciosa barbacoa que le supo de rechupete.
Eran las diez de la noche cuando Jimena y Marta se despidieron de todos. A los pocos minutos de montar en el coche, de vuelta a su casa en Madrid, sus padres vieron cómo las dos niñas caían rendidas con una sonrisa en su carita. ¡Q
Respuesta:ese es mi cuento espero que te eyude