La Educación Humanista, entendida y practicada con la riqueza de la dotación que posee todo ser humano, será capaz de formar las generaciones del futuro, mejor equipadas en sus cabezas y más honestamente sensibilizadas en sus corazones. responder Políticamente
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64Nuestra docencia, los conocimientos que transmitimos y los métodos que utilizamos para la búsqueda de otros nuevos, necesitan, hoy más que nunca, una superación de la inercia mental, que rige gran parte de nuestro comportamiento, y la creación de un clima permanente de libertad mental, una atmósfera general, integral y global que estimule, promueva y valore el pensamiento divergente, la discrepancia razonada, la oposición lógica y la crítica fundada; todo lo cual implica equilibrio y síntesis entre las posiciones radicales o extremas, diálogo entre los diferentes puntos de vista o enfoques, pues más que antagónicos evidenciarán ser complementarios, y, sobre todo, la conciencia de que nuestra juventud tiene una sensibilidad especial para captar los signos que marcan los cambios de su tiempo; y, por todo ello, la conciencia de que el mejor profesor no es el que tiene buenas respuestas, sino el que sabe hacer buenas preguntas.
65Por último, quiero detenerme en la última característica señalada, la Ética, pues, en cierto modo, de ella dependen todas las demás. La Revolución Francesa, que se considera como la revolución por excelencia, puso entre sus rasgos de identificación un concepto clave: la fraternidad (la fraternité; los otros eran la liberté y la égalité). Es más que interesante hacer ver que todas las religiones, tanto las occidentales como las orientales, resumen sus normas, preceptos y mandamientos en uno que condensa toda su ética: “no hacer al otro lo que uno no quiere para sí”, o, en su expresión positiva, “tratar al otro como uno quisiera ser tratado”; en fin de cuentas, tratan de establecer una fraternidad, de considerar al otro como un “hermano”.
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