• Asignatura: Historia
  • Autor: grisenialunalopez
  • hace 7 años

Antes que me hubiera apasionado por mujer alguna, jugué mi corazón al azar y me lo ganó la Violencia.
Nada supe de los deliquios embriagadores, ni de la confidencia sentimental, ni de la zozobra de las
miradas cobardes. Más que el enamorado fui siempre el dominador cuyos labios no conocieron la
súplica. Con todo, ambicionaba el don divino del amor ideal, que me encendiera espiritualmente, para
que mi alma destellara en mi cuerpo como la llama sobre el leño que la alimenta.
Cuando los ojos de Alicia me trajeron la desventura, había renunciado ya a la esperanza de sentir un
afecto puro. En vano mis brazos —tediosos de libertad— se tendieron ante muchas mujeres
implorando para ellos una cadena. Nadie adivinaba mi ensueño. Seguía el silencio en mi corazón.
Alicia fue un amorío fácil: se me entregó sin vacilaciones, esperanzada en el amor que buscaba en mí.
Ni siquiera pensó casarse conmigo en aquellos días en que sus parientes fraguaron la conspiración
de su matrimonio, patrocinados por el cura y resueltos a someterme por la fuerza. Ella me denunció
los planes arteros. Yo moriré sola, decía: mi desgracia se opone a tu porvenir.
Luego, cuando la arrojaron del seno de su familia y el juez le declaró a mi abogado que me hundiría
en la cárcel, le dije una noche, en su escondite, resueltamente: «¿Cómo podría desampararte?
¡Huyamos! Toma mi suerte, pero dame el amor».
¡Y huimos!
* * *
Aquella noche, la primera de Casanare, tuve por confidente al insomnio.
Al través de la gasa del mosquitero, en los cielos ilímites, veía parpadear las estrellas. Los follajes de
las palmeras que nos daban abrigo enmudecían sobre nosotros. Un silencio infinito flotaba en el
ámbito, azulando la transparencia del aire. Al lado de mi «chinchorro», en su angosto catrecillo de
viaje, Alicia dormía con agitada respiración.
Mi ánima atribulada tuvo entonces reflexiones agobiadoras: ¿Qué has hecho de tu propio destino?
¿Qué de esta jovencita que inmolas a tus pasiones? ¿Y tus sueños de gloria, y tus ansias de triunfos
y tus primicias de celebridad? ¡Insensato! El lazo que a las mujeres te une, lo anuda el hastío. Por
orgullo pueril te engañaste a sabiendas, atribuyéndole a esta criatura lo que en ninguna otra
descubriste jamás, y ya sabías que el ideal no se busca; lo lleva uno consigo mismo. Saciado el antojo,
¿qué mérito tiene el cuerpo que a tan caro precio adquiriste? Porque el alma de Alicia no te ha
pertenecido nunca, y aunque ahora recibas el calor de su sangre y sientas su respiro cerca de tu
hombro, te hayas, espiritualmente, tan lejos de ella como de la constelación taciturna que ya se inclina
sobre el horizonte.
En aquel momento me sentí pusilánime. No era que mi energía desmayara ante la responsabilidad
de mis actos, sino que empezaba a invadirme el fastidio de la manceba. Poco empeño hubiera sido el
poseerla, aun a trueque de las mayores locuras; pero ¿después de las locuras y de la posesión?...
Casanare no me aterraba con sus espeluznantes leyendas. El instinto de la aventura me impelía a
desafiarlas, seguro de que saldría ileso de las pampas libérrimas y de que alguna vez, en desconocidas
ciudades, sentiría la nostalgia de los pasados peligros. Pero Alicia me estorbaba como un grillete. ¡Si
al menos fuera más arriscada, menos bisoña, más ágil! La pobre salió de Bogotá en circunstancias
aflictivas; no sabía montar a caballo, el rayo del sol la congestionaba, y cuando a trechos prefería
caminar a pie, yo debía imitarla pacientemente, cabestreando las cabalgaduras.
Nunca di pruebas de mansedumbre semejante. Yendo fugitivos, avanzábamos lentamente, incapaces
de torcer la vía para esquivar el encuentro con los transeúntes, campesinos en su mayor parte, que
se detenían a nuestro paso interrogándome conmovidos: patrón, ¿por qué va llorando la niña?
8.Subraya las descripciones que aparecen en el texto.

Respuestas

Respuesta dada por: SebaxD33
1

Respuesta:Antes que me hubiera apasionado por mujer alguna, jugué mi corazón al azar y me lo ganó la Violencia.

Nada supe de los deliquios embriagadores, ni de la confidencia sentimental, ni de la zozobra de las

miradas cobardes. Más que el enamorado fui siempre el dominador cuyos labios no conocieron la

súplica. Con todo, ambicionaba el don divino del amor ideal, que me encendiera espiritualmente, para

que mi alma destellara en mi cuerpo como la llama sobre el leño que la alimenta.

Cuando los ojos de Alicia me trajeron la desventura, había renunciado ya a la esperanza de sentir un

afecto puro. En vano mis brazos —tediosos de libertad— se tendieron ante muchas mujeres

implorando para ellos una cadena. Nadie adivinaba mi ensueño. Seguía el silencio en mi corazón.

Alicia fue un amorío fácil: se me entregó sin vacilaciones, esperanzada en el amor que buscaba en mí.

Ni siquiera pensó casarse conmigo en aquellos días en que sus parientes fraguaron la conspiración

de su matrimonio, patrocinados por el cura y resueltos a someterme por la fuerza. Ella me denunció

los planes arteros. Yo moriré sola, decía: mi desgracia se opone a tu porvenir.

Explicación:

esta es la parte mas importante

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