¿Qué clase de figura literaria hay en el poema? Escribe el verso. Poema el marinerito
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La poesía de Alberti nos parece estar construida básicamente a partir del recurso o categoría de la personificación. Esto quiere decir que el conflicto básico que esta poesía muestra y desde la cual se origina es el que se establece entre el «hombre» y el «mundo», si nos es permitido extrapolar a partir de una situación (vital, discursiva) de un «yo» que se desarrolla en un entorno, hacia los conceptos de Hombre genérico y Mundo.
La personificación, que se encuentra más o menos presente en toda poesía, en la de Alberti alcanza magnas proporciones. El término «personificación» presupone una división de un aspecto casi espacial por lo neta, entre dos ámbitos. Por un lado una «persona» dotada de la capacidad de dar sentidos, portadora de sentidos, y por otro, y enfrentado a ella, un «mundo», que le es heterogéneo y en el cual la persona se proyecta, utilizando los diversos elementos objetivos, o construyendo objetos para representar(se) las vicisitudes de su alma, estado de ánimo, ethos, mente etc. El mundo naturalmente un «en sí» opaco y desprovisto de significaciones actúa como una mediación respecto a las manifestaciones subjetivas de la persona.
El hablante «va» hacia la objetividad del mundo y construye en ese espacio opuesto, hasta entonces de significación ausente o velada, una armazón de sentido que muestra la subjetividad a la vez que destaca o muestra los elementos objetivos del mundo, que sólo entonces «existe». La radical importancia de las diversas formas de este proceso de personificación radica en su proximidad con la categoría epistemológica de la «mediación». El mundo es el espejo que se enfrenta al hombre. El proceso cognoscitivo consiste en alejarse de la inmediatez para encontrar un «reflejo» de la realidad y de sí mismo en este «ámbito alternativo» que la mediación proporciona.
Pero la personificación además conlleva la nostalgia de una unidad primigenia entre hombre y mundo en que los opuestos coincidían en forma inmediata. Esta nostalgia recorre el pensamiento dualista pareciera que por siempre dominante. La personificación de los elementos objetivos y el «contagio» del «sujeto» por los «objetos» hablan de un estadio previo al proceso a1ienatorio que escindió al hombre del mundo, expulsándolo de la plenitud y el paraíso. Esa condición primigenia es contemplada con nostalgia. Desde su condición de «yecto» el hombre mira hacia ese primer desgarramiento.
De ahí surgirá el anhelo de la revincu1ación con el resto de los entes. Robert C. Mantenga señala este deseo del emisor poético, que implica abandono de sus particularidades como ente separado: “This desire to surrender his own human characteristics in order to more closely identify with other forms of nature seems to be omniprescent”[i]. Y el crítico citado ejemplifica con un poema en que el emisor lírico asume diversas entidades personificándolas, en este progresivo deseo de unidad:
Señor, ser viento, Señor.
Viento, ser campo, Señor.
Campo, ser yerba, Señor.
Yerba, ser nido, Señor.
Nido, ser pluma, Señor.
Pluma, ser nube, Señor.
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