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Otras celebraciones de gran trascendencia que se llevaban a cabo eran los Misterios de Eleusis, los cuales se encargaban de acoger a toda la población de habla griega. Estos cultos de carácter enigmático suponían un cambio de perspectiva, pues la revelación de éstos traía consigo una pena de castigo, tanto por parte de la deidad como de los que se iniciaban en este ritual.
Estos misterios son una reminiscencia del rapto de Perséfone, hija de Deméter. La diosa Deméter estuvo vagando y llorando durante nueve días hasta llegar a Eleusis, donde la reina Metanira y el rey Celeo la dieron cobijo como nodriza del pequeño Demofonte. El viaje de Deméter en busca de Perséfone y su veneración por toda la tierra, la convirtieron en una imagen fundamental de los ritos mistéricos. Finalmente, para impedir la furia de Deméter, Zeus aceptó que la joven viviera con la diosa Deméter, pero al haber probado bocado del inframundo, la granada que Hades le ofreció, la joven quedó condenada a permanecer una parte del año en el averno.
Este culto no requería una vida marcada por el aislamiento y la soledad, sino que los ciudadanos podían compaginar su rutina diaria y las responsabilidades públicas y religiosas de la ciudad con la participación en dichos misterios. Al formar parte de ellos, los iniciados adquirían gran simpatía entre ellos y un vínculo más estrecho con el dios, de manera que entendían de forma más concisa y razonable los secretos de la vida y la muerte, al igual que tenían una serie de ventajas al ser de los elegidos en el más allá.