3. ¿Qué elementos tomarías de la autoridad de Jesús para colocarlos en práctica con tu familia y por qué? son 3
Respuestas
Respuesta:Lo que la Iglesia cree de Cristo, hunde sus raíces en el modo que tuvo Jesús de creer en Dios. Pero, a la vez, la fe de la Iglesia permite inferir cómo ha podido ser la experiencia espiritual de Jesús. Esta referencia recíproca entre Cristo y la Iglesia invita a indagar en los en los fundamentos antropológicos y teológicos de la fe "de" Jesús, en las dificultades y posibilidades que Jesús ha podido tener para creer en su Padre, puesto que así él enseña por qué y cómo han de creer también los hombres. Por esta vía descubrimos que el Padre, al resucitar a Jesús, triunfa sobre el Mysterium iniquitatis y, contra toda sospecha de indiferencia ante el sufrimiento humano que pudiera recaer sobre Él mismo, da pruebas de ser un Dios que merece fe. El Padre merece fe, pero no la merecería si Él no "creyera" también en la humanidad como "creyó" en su Hijo Jesús. Es el amor del Padre que en última instancia produce confianza en Él y entre los hombres.
Explicación:1. LA FE DE LA IGLESIA EN JESÚS
A la fe "de" Jesús se accede a través de la fe de la Iglesia "en" Jesús. La Iglesia que ha experimentado a Jesús resucitado interpreta en esta experiencia su "fe en Cristo". La fe en Jesús constituye la salvaguarda exacta de la unión histórica perfecta entre el Hijo y el Padre. No hay ninguna posibilidad de conocer la "fe de Jesús", dos mil años después de su muerte, que no sea la que nos ofrece la Iglesia que experimentó su resurrección y vive de ella hasta nuestros días.2. LA FE DE JESÚS EN DIOS
a) De la fe antropológica a la fe teológica
La pregunta por qué la Iglesia creyó que Jesús era el Hijo, esconde otra aún más fundamental: ¿por qué la Iglesia creyó en un "hombre"? Creer en Dios es lo propio de la fe religiosa. Creer en un hombre es posible en términos muy limitados. Por tanto, que un hombre merezca fe religiosa es, en principio, demencial. La Iglesia no ha podido ser más audaz al poner las cosas al límite de la racionalidad, cuando ha proclamado su fe en un hombre que, como todo hombre, es incapaz de asegurar por sí mismo el cumplimiento de su palabra. Porque, ¿cómo puede responder por sus promesas alguien que no puede responder por su vida? La muerte se lo lleva todo.
Pero hay todavía otra pregunta que lleva las cosas al extremo: ¿por qué la Iglesia creyó en un "crucificado"? No en un muerto más, sino en un condenado a muerte. Afirmar que, en realidad, ha creído en un resucitado elude algo decisivo. Porque la fe en el resucitado solo tiene sentido para la Iglesia cuando se afirma su identidad con el crucificado. Desde un punto de vista filosófico la pregunta por la resurrección excede el campo antropológico y, si algo se puede indagar de ella, solo en el hecho de la muerte de Jesús en cruz puede encontrar algún pie de apoyo, y siempre que la fe en un crucificado tenga alguna racionalidad.3. LA FE DE DIOS
Al resucitar a Jesús, teológicamente hablando, Dios recupera la confianza de los pobres de su pueblo y, en principio, gana la confianza del resto sufriente de la humanidad. Al hacerlo, Dios acredita a Jesús como el creyente por excelencia: el hombre que creyó no fue defraudado. Pues bien, en este hombre creyente, en Jesús, creyó la Iglesia. De aquí que la fe de la Iglesia "en" Cristo radica en la fe "de" Jesús. Ya hemos explicado por qué razones la Iglesia pudo creer en un hombre y en un crucificado. Que haya podido creer en un hombre crucificado sin interioridad, constituye, en cambio, una rareza que no tiene explicación racional alguna. Como se ha dicho más arriba, la imagen de Jesús como el Cordero no sirve si con ello se reduce a Cristo a un animal sacrificable. El apolinarismo abrazaría fervoroso semejante idea, pues un hombre sin alma humana -un ser sin autonomía para orientar su vida bajo el régimen de la fe y del discernimiento espiritual- gozaría automáticamente de la inocencia de un cordero cualquiera. Pero creer en un cordero rebajaría a la fe cristiana por debajo del triunfo del monoteísmo sobre la monolatría y el politeísmo. Y ciertamente traicionaría la confesión de Calcedonia. Pues tampoco serviría exigir fe para el Logos, si no se reconoce realmente que en la Encarnación el Logos asume un hombre verdadero y no solo un cuerpo humano.