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Respuesta:
Todo parece apuntar a que vivimos en una democracia de los incompetentes. Hablamos de una ciudadanía que decide y controla, pero lo cierto es que carecemos de las capacidades necesarias para ello por falta de conocimiento político, por estar sobrecargados, incapaces de procesar la información cacofónica o simplemente desinteresados. El origen de nuestros problemas políticos reside en el hecho de que la democracia necesita unos actores que ella misma es incapaz de producir. Una opinión pública que no entienda la política y que no sea capaz de juzgarla puede ser fácilmente instrumentalizada o enviar señales equívocas al sistema político.
La política nos resulta incomprensible. Si hay una crisis de la política es precisamente porque no consigue cumplir una de sus funciones básicas, la de hacer visibles a la sociedad sus temas y discursos, así como la imputabilidad de las acciones, facilitar su inteligibilidad. Al mismo tiempo que el Estado ya no funciona como gran institución que hace comprensible la política desde el momento en que nuestra inserción en espacios globales difumina la autoridad y la responsabilidad, las instituciones que ejercían una mediación (partidos, sindicatos, medios de comunicación) apenas desarrollan esta función orientadora. El demos está sobrecargado, pero también las élites y los expertos. ¿Cómo ejercer, entonces, la función de control público?
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Nuestras instituciones políticas han sido pensadas para hacer frente a la escasez de información y hemos atendido muy poco a la posibilidad de que lo que estuviera dificultando el juicio político fuera, por el contrario, el exceso de información. Lo que hoy tenemos es más bien una proliferación de datos e informaciones, spam político, publicidad omnipresente, solicitaciones de atención, opiniones múltiples y contradictorias, comunicación en todas las direcciones. El ciudadano corriente vive hoy la política como un exceso de ruido que no le orienta, pero sirve para irritarle; tenemos una especie de calentamiento global de la ciudadanía que dificulta hacerse una opinión de lo que pasa e imprimir a la sociedad la dirección deseable.
Nos escandaliza más el uso que se hizo de unas tarjetas ‘black’ que el coste del rescate bancario
Hay un problema básico de economía de la atención, dadas las condiciones actuales de la observación política: escasez de tiempo, aceleración de los procesos, sobrecarga informativa, extrañeza de los asuntos, saber precario. La profusión de detalles irrelevantes, el cambio continuo de los temas, su rápida desvalorización, dificultan la organización reflexiva de las nuevas informaciones en una imagen omniabarcante y coherente de lo político. Hacemos frente a este desconcierto con dos grandes recursos, ambos insuficientes, y que podríamos sintetizar en una lógica populista y en el recurso tecnocrático a los expertos.
La “popularización” de la política consiste en mover el foco de los contenidos hacia quienes deciden, de los temas a los símbolos y las escenificaciones, una reacción que simplifica y alivia pasajeramente el desconcierto porque es más fácil hacerse un juicio sobre las personas que sobre los asuntos. Una derivada de esta estrategia es la moralización de los problemas. La asignación de culpabilidad, la indignación o las llamadas a la ejemplaridad personal sustituyen al conocimiento. La síntesis de ambas posibilidades (personalización y moralización) tiene lugar en los escándalos, momentos de gran explosión emotiva, que no siempre contribuyen a que nos hagamos una idea de lo que realmente pasa y de los que se siguen menos consecuencias de las que deberían. Fijémonos en la peculiar lógica despolitizadora con la que funciona nuestra política convertida en espectáculo: nos escandaliza más el uso concreto que se hizo de unas tarjetas black que el enorme coste económico y social del rescate bancario; la presidenta de una comunidad autónoma tuvo que dimitir por el robo de unas cremas (de lo que había imágenes) y no por el daño invisible que había hecho a la universidad con la falsificación de sus títulos; buena parte de nuestra clase política ha estado ocupada con un chalet que se habían comprado unos dirigentes políticos en el mismo momento en el que debería concentrarse en la construcción de una alternativa… Los escándalos parecen representar momentos en los que se produce una revelación política, pero lo cierto es que su lógica pone de manifiesto que somos una sociedad continuamente distraída.
Explicación:
MEJOR RESPUESTA XD
Tenemos que, dando una opinión sobre la democracia, tenemos lo siguiente
La democracia nos permite una participación justa entre la sociedad, en la cual se considera ideal la participación de su mayoría, refleja una forma de gobierno justa, que en la sociedad actual se puede ver como uso de ella para confundir gobiernos autoritarios con democracia.
Aún hay muchos factores que trabajar en cuanto la democracia, pero podemos asegurar que es el camino hacia una sociedad más justa
¿Qué es la democracia?
La democracia es un sistema de gobierno donde se mantiene como objetivo principal la idea de que el pueblo sea quien pueda elegir sus representantes de estado, donde la participación es libre para cada individuo que represente la sociedad
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