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Se llama Ley natural, pero en un sentido completamente distinto que en las ciencias naturales. Su sujeto y destinatario es sólo
el hombre, el único capaz de cumplirla libremente. A diferencia de
los animales, que son de golpe lo que son, el hombre debe hacerse
lo que es. Su ser de persona le es dado corno "ya realizado" y corno "misión" o tarea. Este enigma es su gloria, con tal que arrnonize en una síntesis superior estos dos existenciales opuestos: la inclinación permanente y profunda de su naturaleza al Bien; con la
inclinación del momento, aquí y ahora, en contra de su bien. Esta
paradoja la descubrió en sí Ovidio: "Veo lo mejor, lo apruebo;
pero sigo lo peor" (1 ); pero pertenece a la historia de todo individuo, corno lo atestigua San Pablo (Rorn. 7, 15-17).
Justamente para que el hombre pueda dirigirse a ese fin con
actos personales libres, necesita leyes. En efecto la Ley, corno la
definió esencialmente Santo Tomás, es: "Una ordenación racional,
para el bien común, promulgada por el legítimo gobernante" (2).
Esta definición, con tal de entenderse bien el tercer componente
"promulgada por el legítimo gobernante", se puede aplicar tanto a
la ley positiva corno a la natural. Aquí nos ocuparemos primariamente de la ley natural. Esta, por su índole, no cabe estudiarla ya
elaborada en los códigos (corno la ley positiva); hay que descubrirla, reconocerla, en el corazón y en la conducta originaria de los
hombres y las sociedades, previamente a su conceptualización y reflexión. Por supuesto que para reconocerla es necesario describirla;
y para describirla tenernos que referirnos a los principalés tratadistas (3). Pero esta descripción no es la meta ni vive de por sí; sólo
tiene la función de conducirnos a su experiencia. No nos da el conocimiento de algo simplemente ignorado sino el reconocimiento
de algo que ya sabíamos de modo implícito y vivido, de manera
SI TE SIRVIO PONME CORONA PLISSS