Respuestas
En este tiempo de hambre, Jacob manda a diez de sus hijos a conseguir alimento en Egipto (todos menos Benjamín, hermano de José).
Cumpliendo los sueños que había tenido José (37:7, 9; 42:9), sus hermanos se “inclinaron ante él” porque era “el señor de la tierra” (42:6).
Habiéndolos reconocido (vv 7-8), José los acusa de ser espías (v 9) y ellos le contestan que son una familia, hijos del mismo padre (vv 10-13).
José primero les dice que se queden en la cárcel y que solo uno regrese por Benjamín, el hermano menor (v 16). Después de encerrarlos por tres días (v 17) y al escucharlos interpretar los sucesos como un castigo por lo que le habían hecho anteriormente (vv 21-22), José llora y solamente hace que Simeón sea atado enfrente de los demás (v 24). Esto seguramente les habría recordado cuando ataron y vendieron a José. Es interesante ver a José jugar con sus hermanos. Aprenderemos que fue la voluntad de que José estuviera en Egipto. Sin embargo, como pasa con todos nosotros, aun cuando estamos cumpliendo con las cosas de Dios nos sale lo humano. Muchos creen que ser llamado por Dios implica la perfección. Algunos teólogos, incluso, quieren atribuirle perfección a la Biblia. Debemos recordar que el único perfecto (sin pecados) ha sido el Señor Jesucristo. Y aun así, la escritura nos manifiesta que como hombre él también se enojaba (Marcos 3:5), tenía hambre (Marcos 11:12) y se cansaba (Juan 4:6). Aquí, José actúa como cualquiera hermano, asustando y acusando a sus hermanos.
José les devuelve todo el dinero escondiéndolo en sus sacos (vv 25-28, 35).