En qué sacramentos está presente el espíritu Santo​

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Respuesta dada por: cwilsoncarcamo32
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Respuesta:

El Espíritu Santo, principio de la vida sacramental de la Iglesia

Explicación paso a paso:

1. Además de ser fuente de la verdad y principio vital de la identidad de la Iglesia una, santa, católica y apostólica, el Espíritu Santo es también fuente y principio de la vida sacramental, mediante la que la Iglesia toma fuerza de Cristo, participa de su santidad, se alimenta de su gracia, crece y avanza en su peregrinar hacia la eternidad. El Espíritu Santo, que está en el origen de la encarnación del Verbo, es la fuente viva de todos los sacramentos instituidos por Cristo y que la Iglesia administra. Precisamente a través de los sacramentos, él da a los hombres la "nueva vida", asociando a sí a la Iglesia como cooperadora en esta acción salvífica.

2. No es el caso de explicar ahora la naturaleza, la propiedad y las finalidades de los sacramentos, a los que dedicaremos, Dios mediante, otras catequesis. Pero podemos remitir siempre a la fórmula sencilla y precisa del antiguo catecismo, según el cual "los sacramentos son los medios de la gracia, instituidos por Jesucristo para salvarnos", y repetir una vez más que el Espíritu Santo es el autor, el difusor y casi el soplo de la gracia de Cristo en nosotros. En esta catequesis veremos cómo, según los textos evangélicos, este vínculo se reconoce en cada uno de los sacramentos.

3. El vínculo es especialmente claro en el bautismo, tal como lo describe Jesús en la conversación con Nicodemo, es decir, como "nacimiento de agua y de Espíritu Santo": "Lo nacido de la carne es carne; lo nacido del Espíritu es espíritu... Tenéis que nacer de lo alto" (Jn 3, 5-7).

Ya el Bautista había anunciado y presentado a Cristo como "el que bautiza con Espíritu Santo" (Jn 1, 33), "en Espíritu Santo y fuego" (Mt 3, 11). En los Hechos de los Apóstoles y en los escritos apostólicos aparece la misma verdad, aunque expresada de modo diverso. El día de Pentecostés Pedro invitaba a los oyentes de su mensaje: "Que cada uno de vosotros se haga bautizar en el nombre de Jesucristo, para remisión de vuestros pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo" (Hch 2, 38). En sus cartas san Pablo habla de un "baño de regeneración y de renovación del Espíritu Santo", que derramó Jesucristo, nuestro Salvador (cf. Tt 3, 5-6); y recuerda a los bautizados: "Habéis sido lavados, habéis sido santificados, habéis sido justificados en el nombre del Señor Jesucristo y en el Espíritu de nuestro Dios" (1 Co 6, 11). Y también les dice: "en un solo Espíritu hemos sido todos bautizados, para no formar más que un cuerpo" (1 Co 12, 13). En la doctrina de Pablo, al igual que en el evangelio, el Espíritu Santo y el nombre de Jesucristo están asociados en el anuncio, en la administración y en el reclamo del bautismo como fuente de la santificación y de la salvación, es decir, de la nueva vida de la que habla Jesús con Nicodemo.

4. La confirmación, sacramento unido al del bautismo, es presentada en los Hechos de los Apóstoles bajo la forma de una imposición de las manos, por medio de la cual los Apóstoles comunicaban el don del Espíritu Santo. A los nuevos cristianos, que habían sido ya bautizados, Pedro y Juan "les imponían las manos y recibían el Espíritu Santo" (Hch 8, 17). Lo mismo se dice del apóstol Pablo con respecto a los otros neófitos: "Habiéndoles Pablo impuesto las manos, vino sobre ellos el Espíritu Santo" (Hch 19, 6).

Por medio de la fe y de los sacramentos, por tanto, hemos sido "sellados con el Espíritu Santo de la Promesa, que es prenda de nuestra herencia" (Ef 1, 13-14). A los Corintios, Pablo escribe: "Es Dios el que nos conforta juntamente con vosotros en Cristo y el que nos ungió, y el que nos marcó con su sello y nos dio en arras el Espíritu en nuestros corazones" (2 Co 1, 21-22; cf. 1 Jn 2, 20. 27; 3, 24). La carta a los Efesios añade la advertencia significativa de que no entristezcamos al Espíritu Santo con el que "hemos sido sellados para el día de la redención" (Ef 3, 30).

De los Hechos de los Apóstoles se puede deducir que el sacramento de la confirmación era administrado mediante la imposición de las manos, tras el bautismo, "en el nombre del Señor Jesús" (cf. Hch 8, 15-17; 19, 5-6).

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