• Asignatura: Castellano
  • Autor: Mauyang
  • hace 6 años

Resumen de La diestra de Dios padre (Resumen más o menos largo y que resuma todo lo que paso)​

Respuestas

Respuesta dada por: belissatomas2006
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Este dizque era un hombre que se llamaba Peralta. La hermana, sin saberse cómo, salió muy cambiada de genio y se fué derechito á la cocina. Los pelegrinos se contuvieron á las voces que les dió Peralta. Peralta, como era un hombre tan desentendido pa todas las cosas y tan parejo, no le dió mal ni se quedó pasmao, sino que muy tranquilo se puso á pensar á ver qué pedía.

«En eso estoy pensando, Su Mercé», contestó Peralta, sin nadita de susto. San Pedro le tosía, le aclariaba, y el tal Peralta no lo voltiaba á ver. «Concedido», dijo el Señor. «Lo segundo -siguió Peralta- es que cuando me vaya á morir me mande la Muerte por delante y no á la traición».

«Rara es tu petición, amigo Peralta -dice el Señor, poniendo en él aquellos ojos tan zarcos y tan lindos que parecía que limpiaban el alma de todo pecao mortal, con solamente fijarlos en los cristianos-. » «La cuarta cosa -dijo Peralta sumamente fresco- es que Su Divina Majestá me dé la virtú di achiquitame á como á yo me dé la gana, hasta volveme tan chirringo com'una hormiga». «Pues no me arrepiento de lo pedido -dijo Peralta muy resuelto-. » «Concedido», dijo el Señor.

San Pedro se rascaba la saya muslo arriba, se ventiaba con el sombrero, y veía chiquito á Peralta. «¡Loco di amarrar! -gritó San Pedro juntando las manos y voltiando á ver al cielo como el que reza el Bendito-».

«Dios se lo pague, Su Divina Majestá... Yo quería saber si el Patas es el que manda en el alma de los condenaos, go es vusté, go el Padre Eterno». «Pues bueno, Su Divina Majestá -dijo Peralta muy contento-.

Peralta se quedó otro rato sentao en su piedra; sacó yesquero, encendió su tabaco, y se puso á bombiar muy satisfecho. ¡Valientes cosas las que iba á hacer con aquel platal! No iba á quedar pobre sin su mudita nueva, ni vieja hambrienta sin su buena pulsetilla de chocolate de canela. ¡Allá verían los del sitio quién era Peralta! Se metió las onzas debajo del brazo; se cantió la ruanita, y echó falda abajo. Era la Muerte, que venía por él. «Vengo por vos», le dijo á Peralta. «Con tal que no sea mucho -contestó la Muerte, de mal humor- porqui ando di afán».

«¡Dáte descanso, viejita, hasta qui á yo me dé la gana -le dijo Peralta- que ni Cristo, con toda su pionada, te baja d'es'horqueta!». Apenas se vio andando recobró fuerza, y en un instantico volvió á amolar la desjarretadera... y tomó el mundo. ¡Cómo estaría di hambrienta con el ayuno! En un tris acaba con los cristianos en una semana. La Muerte si aplacó un poquito; los contaítos cristianos que quedaron volvieron á su oficio; y como los vivos heredaron tanto caudal, y el vicio del juego volvió á agarrarlos á todos, consiguió Peralta más plata en esos días que la qui había conseguido en tanto tiempo.

Peralta si asomó con mucha mañita, y ai estaba el Enemigo Malo acostao en un colchón, dormido y como enfermoso y aburridón él. «Pues, como nadie mi atajó, yo me fuí colando, sin saber que me iba á topar con Su Mercé», contestó Peralta con mucha moderación. «¿Quién sos vos?», le dijo el Diablo. Al momento le comprendió el Diablo qu'era alma del Purgatorio o del Cielo.

Pero como los buenos modos sacan los cimarrones del monte, y la humildá agrada hasta al mismo Diablo, con ser tan soberbio, resultó que Peralta más bien le cayó en gracia, más bien le pareció sabrosito y querido. «¿Su Mercé está como enfermoso?», le preguntó Peralta. «Pues, si yo le puedo servir di algo á su Mercé -dijo Peralta haciéndose el lambón-, mándeme lo que quiera, qu'el gusto mío es servile á las personas». Y ai se fueron enredando en una conversa muy rasgada, hasta qu'el Diablo dijo que quería entretenerse en algo.

«Hombre, Peralta -dijo el Diablo-, lo malo es que vos no tenés qué ganarte, y yo no juego vicio». Yo la juego con su Mercé, pues también soy muy vicioso. « La juego contra cualquiera otra alma de la gente de su Mercé». El Enemigo Malo, que ya le tenía ganas á esa almita de Peralta, tan linda y tan buenita, li aparó la caña al momentico.

Determinaron jugar tute, y le tocó dar al Diablo. «¡Así será! -dijo el Diablo bastante picao-. » Que Peralta se fué de sobra. Lo que menos, su Mercé -le contestó Peralta con su humildá tan grande-.

« Pero sigamos, su Mercé, que se desquita». Ganó Peralta. «¡Doblo!», gritó el Diablo.

«¿Pero por qué no seguimos, su Mercé? -dijo Peralta como suplicando-. » Como lo mandó el Patas, asina mismo se cumplió. Mientras qui'una vieja ñata se persina, fueron echando toditas las puertas del Infierno la churreta di almas. Lo qui á Peralta le parecía más particular era que, á conforme iban saliendo, s'iban poniendo más negras, más jediondas y más enjunecidas.

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