Cuando, avanzado el siglo XIX en Inglaterra se propusieron leyes que elevaban el tiempo de escolariazon más allá de los 10 años de edad, muchas madres se quejaron de que eso perjudicaba a sus familias. ¿Qué razones habían esgrimido las madres?
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onforme uno suma años y obsequios hechos entre cumpleaños y otras celebraciones, cada vez cuesta más encontrar el detalle con el que salir del apuro. Es casi como buscar una aguja en un pajar. Y en eso pensaba cuando se me ocurrió que este año voy a regalarle a mi madre una nueva máquina de coser que sustituya a su 'eterna' Singer -a la que se ha mantenido fiel desde que tengo uso de memoria-. Al fin y al cabo, la máquina de coser es considerada como la primera invención pensada fundamentalmente en beneficio de la mujer. Para mejorar su calidad de vida. ¿Y quién no quiere lo mejor para su madre?
Hasta el momento de su invención, en la segunda mitad del siglo XIX, se habían desarrollado numerosos ingenios y máquinas a fin de liberar al hombre de las tareas más pesadas, duras y peligrosas. Pero ninguna pensada específicamente para 'liberar' o descargar de trabajo a las mujeres. Hasta la irrupción de la máquina de coser, que supuso el equivalente para el bienestar y la calidad de vida femenina. Y que dio inicio a una época en la que se multiplicaron los inventos destinados a aliviar a las mujeres de parte de la carga de las pesadas tareas domésticas: desde la lavadora al aspirador, etc. Inventos que contribuirían de forma decisiva a su progresiva liberación e independencia.
La primera alusión a algo que pueda sonar a vestigio de máquina de coser a la que se suele hacer referencia es una patente otorgada en Inglaterra en el año 1755 a Charles Weisenthal para una aguja destinada al cosido mecánico. Aunque en ningún momento se alude al empleo de ninguna máquina. Tres décadas después, en 1790, el ebanista inglés Thomas Saint patentaba una máquina con un punzón que agujereaba el cuero y hacía pasar una aguja a través del agujero. No obstante, Saint nunca llegó a concretar su diseño en una máquina real. En los siguientes años, y como sucedió con muchos otros ingenios tecnológicos, la máquina de coser fue inventada y reinventada múltiples veces, de forma independiente, con modelos más o menos afortunados.
Y así hasta llegar al año 1830, cuando el francés Barthelemy Thimonnier obtuvo la patente para la que se convirtió en la primera máquina de coser 'funcional'. Entró en producción y salió al mercado después de que Thimonnier lograse convencer al Gobierno francés para firmar un acuerdo para la confección de uniformes del ejército. Thimonnier llegó a disponer de una fábrica equipada con ochenta de sus máquinas. Una amenaza intolerable para los sastres parisinos, que la asaltaron, destruyendo todas las máquinas y arruinando con ello a su competidor.
En cuanto a la máquina de coser 'moderna' se suele citar al granjero Elias Howe Jr. como su inventor, en 1843. El ingenio de Howe incluía gran parte de las características que definen a la moderna máquina de coser, con la salvedad de trabajar en horizontal: una lanzadera empujaba de forma mecánica una aguja a través de la tela creando un lazo al otro lado y a continuación otra lanzadera deslizaba el segundo hilo a través del lazo para hacer el pespunte. Pero lo cierto es que la máquina de Howe nunca llegó a popularizarse. De hecho, y tras obtener la patente, Howe también acabó arruinado en su intento de captar la atención y convencer a inversores y público de las bondades y ventajas de su novedoso invento.
Así pues, aún hubo que esperar hasta 1853, cuando Isaac Singer lanzó al mercado el primer modelo que alcanzaría (un abrumador) éxito comercial. Un modelo que, basado en el de Howe, introducía el movimiento vertical de la aguja y el control de la misma mediante un pedal. Y que convirtió a las Singer en poco menos que el epónimo de máquina de coser. Y a su patrón en millonario. Bueno a Singer y también a Howe, quien tras entablar una batalla legal para defender sus derechos de patente parece ser que acabó convertido asimismo en millonario gracias a las regalías cobradas por hacer uso de su invención.