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El poder: Son ya muchos los siglos en los que se discute, desde diferentes ángulos y situaciones, la llamada relación de la Iglesia católica con el poder, desde la hegemonía mundial de los países del llamado “Occidente cristiano”, la misma existencia del Estado de la Ciudad del Vaticano con sus embajadores y opiniones políticas, la participación política directa en muchos momentos de la historia hasta nuestros días (recordemos algunos: Solidaridad en Polonia; Democracia Cristiana en Italia; actitudes de los obispos en Venezuela, en España, en Bolivia; lo que está ocurriendo en estos momentos en los Estados Unidos, con la defensa de los emigrantes, así como la presencia de la Iglesia en movimientos de liberación en América Latina, en El Salvador, en África, etcétera). Los últimos escándalos en el Vaticano, que llegan hasta el asesor personal del Papa, también animan a criticar la falta de transparencia en el manejo de cuestiones materiales alejadas de toda cuestión religiosa y de fe. El Reino de Cristo, ¿es o no es de este mundo? ¿Cómo diferenciar el compromiso de los católicos, especialmente de los laicos, con su comunidad, de posiciones institucionales y de manejo del poder político y económico que llevan a defender intereses específicos que no tienen nada que ver con la religión ni con la fe?
La cultura: Una pésima relación entre cultura moderna e Iglesia católica. Llama mucho la atención, pues precisamente la Iglesia católica, a lo largo de la historia y superando con mucho a las demás religiones, ha sabido adaptarse y adaptar creaciones culturales de los diferentes pueblos del planeta. Por algo nos llamamos “católicos”, universales desde el mismo mensaje evangélico, desde el mismo mandamiento principal de Jesús, al considerarnos todos hijos de Dios, desde la misma práctica de los primeros cristianos. La presencia de sacerdotes y religiosas de todas las razas y naciones es una riqueza de la Iglesia católica que no pueden presentar las otras religiones. Entonces, ¿por qué nos cuesta entender el mundo moderno? ¿Por qué no se sabe utilizar correctamente los medios de comunicación y las nuevas tecnologías de la comunicación, no solo a la defensiva y con contenidos tradicionales sino con creatividad, estilos y propuestas para el siglo XXI? La cultura, en la sociedad, va relacionada con el poder, por lo que, de nuevo, surgen las preguntas del punto anterior y el llamado a la sinceridad y a la valentía. Por ejemplo en Navidad, con el consumismo masivo, entre los niños es más famoso Papá Noel que el Niño Jesús. ¿Quién no lo sabe? Y en Semana Santa, en el tan nombrado “Occidente Cristiano” preferimos las vacaciones que la reflexión y la oración, por no hablar de los ritos litúrgicos, de las palabras y símbolos que en ellos se usan y que no tienen nada que ver con la historia y las culturas de Asia, de África, de América Latina. ¿Nos atreveremos a cambiar, como se hizo en situaciones similares a lo largo de los siglos? ¿Seguiremos imponiendo manifestaciones culturales incomprensibles para la mayoría, especialmente para los jóvenes?
El sexo: El tercer aspecto importante que, por su repercusión en los medios, pareciera el más urgente y el que arrincona más, desde la opinión pública, a la Iglesia católica. De nuevo, se necesita sinceridad y valentía, insistir mucho más en la fe, en la conciencia personal, en la cultura del siglo XXI, que en visiones tradicionales que no son dogmas sino expresiones de la presencia de la Iglesia en momentos históricos determinados. Hay, por lo menos, dos puntos que no se pueden seguir obviando: por un lado, aceptar que desde la década de los 50 del siglo pasado (por poner una fecha) se fue separando, en la conciencia y en la cultura masivas, el acto sexual de la reproducción. Ésa es la base del desencuentro entre millones y millones de personas y una interpretación de la doctrina de la Iglesia sobre el sexo que, simplificando un poco, es cierto, se sigue relacionando con la procreación, con los hijos, con la familia, etcétera, ¡¡siendo pecado todo lo demás…!! Hay que replantear todo ello sin negar absolutamente nada de la fe cristiana. Y el segundo punto —muchos lectores habrán coincidido ya en el tema— es el celibato sacerdotal. Hay que evaluar la situación y dejarlo como opcional, de la misma manera que fue opcional para obispos y sacerdotes en largas épocas históricas de la Iglesia.
Son tres aspectos que debemos tener en cuenta todos los católicos ante la situación que está viviendo la Iglesia en estos últimos meses. Una reflexión compartida entre todos y por todos los continentes, sin apresuramiento pero con sinceridad y valentía. La Semana Santa, cuando recordamos el centro de nuestra fe, la muerte y la resurrección de Jesús, es momento propicio para ello. ESPERO Q TE AYUDE
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