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Respuesta:Hasta hace pocos años, la historia colombiana era enseñada en los colegios a la manera de un largo y tedioso catálogo de fechas, nombres y lugares geográficos, sin referencias a las debilidades y las fortalezas de los hombres y mujeres que encabezaron los hechos más importantes. Por supuesto, esta pobreza pedagógica hizo que para muchos, los personajes que edificaron nuestra nación, especialmente los héroes de la Independencia, en lugar de seres de carne y hueso enfrentados a un destino glorioso sin perder por ello las particularidades de su humanidad, se redujeran a una referencia escueta, porque los profesores exigían de sus estudiantes conocer de memoria las fechas y los acontecimientos, en lugar de ponerlos a reflexionar sobre el significado que tuvieron para la construcción de una identidad colombiana. García Márquez dice en un precioso texto llamado “Por un país al alcance de los niños”, que los colombianos “nos complacemos en el ensueño de que la historia no se parezca a la Colombia en que vivimos, sino que Colombia termine por perecerse a su historia escrita”, la de héroes impolutos y gobernantes extraordinarios que aprendimos en la niñez, todo lo contrario del amargo transcurso real de estos 200 años. Es por eso muy valioso el proyecto de la Alta Consejería para el Bicentenario de la Independencia, que a través de un minucioso e incansable trabajo, desde hace más de un año ha tratado de que los colombianos conozcan la verdadera historia, las verdaderas circunstancias de nuestra Independencia y el verdadero talante de nuestros héroes, para que empecemos a verlos como seres humanos y podamos quererlos a plenitud. Hay una realidad incuestionable: la construcción de nuestro país empezó durante los casi dos siglos desde el Descubrimiento de América, cuando los españoles pudieron darle forma a un Estado que, bajo un solo nombre y una sola religión, agrupara a los variados pueblos que existían en nuestro territorio y los que se formaron después en el mestizaje de razas. Fue un Estado centralista y burocratizado al extremo, discriminador e injusto. Nos enseñaron a ver la Independencia como la época de la liberación, de la justicia y del progreso, atribuyéndoles a los héroes destacados y anónimos un aura de obsesiva voluntad para arrasar con esa abominable noción de patria que se gestó en la Colonia. Sin embargo, los jóvenes soñadores que se educaron leyendo las proclamas filosóficas de los derechos humanos que escribieron los protagonistas de la Revolución Francesa, y que se inspiraron en ellas para luchar hasta la muerte para emanciparnos, no pudieron erigir una república de hombres libres sin las huellas coloniales. La celebración de los 200 años de la Independencia, que tiene su fecha simbólica mañana 20 de julio, se ha concebido como una fiesta que rescata lo valioso de todos los que hicieron posible la emancipación del Imperio Español y pone en su contexto los acontecimientos que antes se volvían epopeyas ilusorias, escritas falsamente como el preludio de nuestro amanecer en libertad. De todos nosotros depende que el camino abierto con motivo del Bicentenario se mantenga sin desvíos, hasta cimentar con verdades históricas las bases de nuestra identidad real, que todavía buscamos entre banderas y leyendas.