• Asignatura: Castellano
  • Autor: Anónimo
  • hace 6 años

me pueden decir cual es el proposito de este texto El tiempo transcurre a dos ritmos bien distintos en la planta de hospitalización infantil del HUCA. Está el devenir expectante del pequeño Tomás, que ataviado con su pijama amarillo otea el pasillo en busca de una visita para él muy especial. Dentro de la sala hospitalaria que hace las veces de clase y espacio de juego, el tiempo discurre de manera diferente para su madre. El paso de los minutos se le hace a ella muy lento y es el caldo de cultivo perfecto para la incertidumbre y los miedos. «Aquí las horas pasan muy despacio, cuando vienen los payasos le alegran la tarde», cuenta Carmen Cifuentes. Inquieto, Tomás, de cinco años, vuelve a asomarse. Aún debe contener la emoción unos minutos. Los voluntarios de la Asociación Clowntigo ultiman su conversión en Pachucho, Piticlín o Tiritina. Maquillaje, narices rojas y ropa de vivos colores desborda el camerino de los payasos, un espacio en el hall de la séptima planta, donde cada viernes, a eso de las seis, arranca el espectáculo. Desde hace dos años y medio, Clowntigo actúa como entidad autónoma en el Hospital Universitario Central de Asturias. Antes, los 'payasos de hospital' acudían a la planta infantil como colaboradores de Galbán (entidad de familiares con niños enfermos de cáncer) y Cruz Roja. La asociación está integrada por dieciocho voluntarios de perfil variopinto, desde actores a psicólogos, pasando por un carpintero, un fotógrafo o empleados de multinacionales. «A todos nos une la misma inquietud por el clown y el espíritu solidario», cuenta Francisco García-Bernardo, coordinador de la asociación y maestro de profesión. Antes de entrar en las habitaciones, los payasos preguntan al niño y a sus familiares si aprueban la visita. Normalmente, la respuesta es afirmativa. «Te encuentras niños muy maduros, que te dan una lección de vida. Igual tienen dolor o ganas de devolver y tú te retiras, pero te dicen 'no te preocupes, se me pasa ahora'. Es una acogida sorprendente», relata García-Bernardo. Solo en ciertos casos, los voluntarios son informados del historial de los pacientes. «Cuando tienen una parálisis cerebral o algún sentido afectado. Entonces es importante saberlo porque el abordaje varía», explica el coordinador. La mayor parte de las veces corresponde a los voluntarios valorar el estado del pequeño para determinar el tipo de show. «No tenemos más información que lo que vemos en la habitación». De ahí la importancia de la formación y el periodo de prácticas que deben superar los nuevos voluntarios. Quitar miedos En la planta séptima del HUCA suelen permanecer ingresados una treintena de niños. EL COMERCIO asistió a una de las actuaciones de este peculiar trío compuesto por Pachucho, Anacrusa y Nose. La expectación se inicia nada más oir sus enormes zapatos caminando por el pasillo. Los tres van con una máxima en la cabeza: «Escuchar a la habitación, ver por donde respira para captar el 'feedback' que te permite improvisar», diagnostica el doctor Pachucho. En su inminente escenario, los pequeños Matías, Sara, Adrián y Tomás amenizan la espera jugando al parchís. «Ya vienen», anuncia un padre. Tomás sale a recibirlos a la velocidad que le permite su pierna enferma. Varios familiares aguardan la entrada cámara en mano. Por fin, Pachucho hace su aparición estelar. «¿Sabes qué pasa con los teléfonos?», requiere el payaso a una de las madres, «que no vives el momento». A continuación, reparte unas fichas de colorear entre los familiares. «Cuando acabe el examen las recogemos», recita en tono socarrón. Acaba de arrancar la primera carcajada a los pequeños. «Al niño le hace mucha gracia ver al padre, a la madre o a los abuelos en una situación cómica», detalla este payaso. Interactuar con los mayores es una de las técnicas para restar dramatismo a la hospitalización, como lo es también introducir instrumental médico en los espectáculos. «Usamos objetos como jeringuillas para que cuando el niño las vuelva a ver se acuerde de aquella escena con los payasos. Eso puede ayudarle a relajarse y que el pinchazo sea más llevadero». Mientras estos peculiares doctores de la risa exhiben sus torpes dotes con la magia, una enfermera (profesional, no ficticia) entra en la sala y reemplaza el medicamento que Sara, de ocho años, recibe por vía intravenosa. Nadie, ni la propia niña, presta atención a la tarea. Pachucho y sus payasos han hecho magia. Ahora, su meta es exhibir en los colegios asturianos un corto que aborda con humor la hospitalización. «Muchos niños van a pasar por aquí en algún momento de sus vidas. Si ese video ayuda a reducir miedos y a ver esto como algo más normal, yo creo que objetivo conseguido», explica García-Bernardo.

Respuestas

Respuesta dada por: maritzaruizcuellar20
1

Respuesta:

cual es la actividad de ese texto?


Anónimo: NO LA NECESITO YA
Respuesta dada por: juliovillegas
1

Respuesta:

No entiendo disculpame xd...

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