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El interés de la crítica hacia la obra maestra del Inca Garcilaso ha ido aumentado en los últimos años2. El valor literario y de documento humano de los Comentarios Reales justifica este interés. Aprendemos, sin embargo, en la dedicatoria de la traducción de los Diálogos de amor al rey Felipe II4, que ya desde aquel entonces Garcilaso pensaba, además que en La Florida5, en la historia de un mundo que le interesaba más directamente, puesto que expresa la intención « de pasar adelante a tratar sumariamente de la conquista de mi Tierra, alargándome más en las costumbres y ritos y ceremonias della, y en sus antiguallas » que, como hijo de aquellas gentes, hubiera podido « decir mejor que otro que no lo sea » 6. Fue sobre todo la primera parte de los Comentarios Reales que despertó, en tiempos no muy lejanos, las más ásperas polémicas. Manuel González de la Rosa, en su animosidad hacia el Inca, llegó hasta negarle la paternidad de la obra7, fundando sus razones en el hecho de que había utilizado ampliamente, en varios pasajes de su narración, la Historia del Perú del jesuita Blas Valera, historia inédita, gran parte de la cual se había perdido en 1596, cuando el saco de Cádiz de parte de los ingleses. Les parecía extraño a muchos que existiese entre aquellos pueblos una civilización tan desarrollada cual la describía Garcilaso, exenta de barbarie, mientras los muchos cronistas de Indias habían descrito tantas, aunque todos estaban de acuerdo en la celebración, reviviscencia de los mitos clásicos, de una remota edad de oro. Se censuraba, además, a Garcilaso porque idealizaba demasiado dicha sociedad, negaba la existencia de sacrificios humanos, celebraba un imperio de bondad y sabiduría que, según decía, había extendido sus dominios sobre tanta parte de América no con la fuerza sino con la única arma de la persuasión y el ejemplo. Merece la pena recordar, sin embargo, que en una época de tanto disfavor José de la Riva Agüero fue el mayor defensor de Garcilaso y el más documentado. José de la Riva Agüero destruyó, de tal manera, en varios estudios8, punto por punto las argumentaciones de González de la Rosa a propósito del Padre Valera, comprobó, a través del testimonio de varios autores contemporáneos al Inca, la verdad de tantas interpretaciones de hechos, costumbres y cosas, y al mismo tiempo denunció en lo histórico el punto más débil de la obra de Garcilaso. Aún sin proclamarlo « un dechado de crítica histórica, ni como el más reflexivo de los cronistas del Perú » 9, sin negar su credulidad y parcialidad, de la Riva Agüero defendió la amenidad y gracia con que el Inca llegó a superar las relaciones sobre los incas de los cronistas que lo habían precedido10, su sustancial veracidad fundada en la sinceridad con que admite y reconoce incertidumbres y dudas 11. La lejanía geográfica desde la cual el Inca componía su obra fue sin duda parte determinante en la idealización del imperio incásico, que en sus páginas vemos surgir como una perfecta arquitectura de orden renacimental. Echagüe ha visto en la obra de la vejez del Inca la marca viva de una nostalgia muy humana y explicable por los días de su juventud, la herencia de « instintos ancestrales que se sublevan contra su resignada mediocridad »
Explicación:
espero que sea asi