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A Mateo le gustaba sentarse en cualquier filo de la montaña, balanceando sus piernas morenas sobre el abismo^ desde allí contemplaba la ciudad. Nunca había bajado a Quito. Tenía ocho años, el veía a los grandes bajar a Quito, traían un olor mezquino de trago y malos tratos, mientras tanto Mateo se quedaba cuidando los borregos.
Los cuadros de la ciudad le parecían parcelas y pensaba que sembraban casas. Le gustaba en la alborada, asomarse a la quebrada grande CUNDOR HUACHANA y ver como se iba aclarando el horizonte. Cada mañana recontar los cerros grandes que había dejado la víspera, como si temiera que la noche se los tragara.
Algunos de ellos eran el Cotacachi , Mojanda , Cayambe , Allcuquiro , Antisana , Sincholagua , Cotopaxi , Pasochoa , Rumiñahui , Llinizas , Atacazo y el Panesillo. Uno de esos días Mateo se había quedado en el pajonal solo, sus borreguitos buscaban la yerba cada vez más alto. Paso y paso el tiempo anocheció rápidamente entonces Mateo se quedó dormido.
Al siguiente día un extraño ruido lo despertó. Era como una especie de bufido salvaje jamás oído. Se paró empavorecido y se trepo a la piedra que le había protegido del viento.
Lo que vio le hizo lanzar un alarido aterrorizado. El cerro entero se estaba quemando y el viento empujaba, poco a poco el fuego lo radiaba a Mateo se estaba asfixiando al tiempo Mateo corrió hacia arriba y, perseguido por el incendio que latigueaba las lomas, enseguida por el humo y aterrorizado, empujaba a sus borreguitos que era su único bien. Mateo pensó "LOS NIÑOS MALOS DE LA CIUDAD HAN QUEMADO OTRA VEZ EL CERRO". Su mundo se destruía en un instante y sintió rencor en su corazón. Alcanzo a ver el gran Pumamaqui a donde se trepaba con frecuencia para contar huevos de tórtolas en sus nidos y pensó que el podía refugiarse como siempre. Pero el viento atizó la llama para ese lado y el niño angustiado enderezó para el otro.
Explicación:espero haberte ayudado