¿Qué acontecimientos se produjeron durante el gobierno de Huayna Cápac?

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Respuesta dada por: angelinasalazar20053
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Respuesta:

Explicación:Era costumbre en el Tawantinsuyo que cuando el Sapa Inca se ausentaba del Cuzco, siempre dejaba a su reemplazante. Ese encargo podía recaer en un auqui o en una junta de orejones o nobles cuzqueños. Esos gobernantes temporales mantenían con el Sapa Inca, donde él estuviera, una comunicación casi diaria, gracias al servicio de los quipucamáyocs y de los chasquis. Así, por ejemplo, durante las ausencias de Huayna Cápac, una tetrarquía de orejones o nobles, gobernó el Cuzco. Estuvo integrada por Topa Cusi Huallpa, Hilaquita, Auqui Topa Inca y Tito Atauchi. En el séquito del Sapa Inca, siempre estuvieron sus otros hijos: Ninan Cuyuchi y Atahualpa.

Huáscar Inca Yupanqui era hijo de Huayna Cápac y de la coya Raura Ocllo. Había nacido en el Cuzco y pertenecía, por descendencia materna, al linaje de Túpac Inca Yupanqui. Era más administrador que guerrero.

Atahualpa era también hijo de Huayna Cápac, pero éste lo tuvo con la ñusta Tupa Palla (hay cronistas, que sugieren que fue hijo de Tocto Coca. “Se llamó Toctollo”, dice Santa Cruz Pachacútec. Si hubiese sido así, su linaje descendía de Pachacútec Inca Yupanqui. Pero, hay duda sobre donde nació Atahualpa, veamos:

El Tawantinsuyu había quedado acéfalo; sin gobernante oficial, real. Ante tal situación de incertidumbre, los orejones de la corte imperial que estaban en Quito urdieron un estratagema. Decidieron llevar la momia de Huayna Cápac al Cuzco “como si estuviera vivo, para no generar mayor desconcierto”, pero Atahualpa y un grupo de nobles se quedaron, sospechosamente, en Quito. En cambio, Raura Ocllo, la madre de Huáscar Inca Yupanqui, salió apresuradamente de Quito rumbo al Cuzco para dar esa noticia a su hijo. Otra de sus intenciones era convencer a los nobles orejones para que nombren a Huáscar Inca Yupanqui como al nuevo Sapa Inca. Después de ella, recién la comitiva, con la momia de Huayna Cápac, llegó primero a Limatambo; luego, al Cuzco.

Al llegar la comitiva al Cuzco, Huáscar Inca Yupanqui, se encolerizó, porque comprobó que Atahualpa no estaba en ella, confirmándose la versión de su madre. Culpó a los orejones “por no haberlo llevado”. En verdad, Atahualpa, había desacatado la orden de su hermano mayor, el auqui, de trasladarse a la capital imperial.

Huáscar Inca Yupanqui perdió toda la confianza que le tenía a Atahualpa y llegó a creer que todos los que llevaron la momia de Huayna Cápac eran cómplices de tamaña ofensa a su investidura imperial. Por eso, dispuso que matasen a todos los orejones de la comitiva venida de Quito; cosa que se cumplió en el acto. Ese castigo para algunos cronistas, se realizó en el Cuzco; para otros, en Limatambo. Los orejones a quienes Huáscar Inca Yupanqui había hecho ejecutar, pertenecían al linaje de Pachacútec Inca Yupanqui. El principal de ellos fue Cusi Topa Yupanqui. Por lo tanto, esa medida molestó a las panacas del Hanan Cuzco.

Mientras esto ocurría en el sector del gobierno de Atahualpa, en el Cuzco, Huáscar Inca Yupanqui, que había sido elegido por la nobleza cuzqueña, se mostraba en el Cuzco como un gobernante “pusilánime, violento, cruel y desatinado”. No logró captar la simpatía de la clase dirigente incaica ni el respeto de los generales del ejército de Huayna Cápac que se hallaban en la ciudad capital”. Además de lo anterior, Huáscar Inca Yupanqui se hizo impopular porque no asistía a los festejos y comidas que se realizaban en la plaza del Cuzco, y que eran organizadas por las panacas; apartó de su entorno a los integrantes de los ayllus, que tradicionalmente se encargaban de su custodia y en su reemplazó, se rodeó de un grupo de cañaris y chachapuyas y llegó a amenazar a las panacas de despojarlas de sus tierras y otros bienes. Lo que colmó el vaso, fue que ordenó enterrar las momias que las panacas conservaban; la tradición dice que le oyeron decir: “en el Cuzco hay más momias que vivos”. Lo anterior era particularmente grave porque

"... según las costumbres cuzqueñas, las momias de los difuntos Incas se conservaban como si éstos estuviesen con vida, rodeadas de sus mujeres y servidores. Suyos eran los mejores campos de las afueras del Cuzco, es así que los muertos gozaban de mayores riquezas y privilegios que los vivos. Alrededor de los cuerpos de los pasados soberanos se reunía un numeroso séquito que se sustentaba a costa de las panacas, y ocupaba la capital en recíprocas fiestas, borracheras y comilonas.

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