inicio nudo y desenlace del cuento la caida del cielo autor: victor altamirano urgentemente
Respuestas
La idea principal vivido en "La Santa" es relativamente contar la vida de un hombre llamado Margarito, un padre que busca como sea, durante años, la santificación de su hija. Él batalló drásticamente hasta encontrar una respuesta.
Inicio: Todo empieza relatando el sucede en lo cual se vió afectado Margarito y como le cambió la vida.
Nudo: Margarito tiene suficientes esperanzas puestas en que encontrará tratar la canonización de su hija y un lugar apto para ello.
Desenlace: Margarito luego de tantas fallas, se resigna a que seguirá esperando un milagro, tanto que terminó en prisión y sus únicas palabras de consuelo y esperanza eran: “He esperado tanto que ya no puede faltar mucho más”
Respuesta:
La caída del cielo
Víctor Altamirano
Al inicio existía R’sha, el que nombra, y lo ocupaba todo y nada era en él. R’sha era blanco y su voz constante e incomprensible. Pero el silencio aún no existía, así, tampoco el mundo: sólo era la nada, sólo era R’sha, el que nombra. Dentro de la eterna palabra nada se podía reconocer, pero en ella nacieron los sonidos de los hombres, las letras que conformarían el idioma sagrado. En esa palabra existían todos los sonidos. Los dioses, las partes independientes del origen, nacieron de algunos de esos sonidos, los mismos permitieron que R’sha dejara de existir. La primera palabra que se separó de la eterna, lo primero que nombró R’sha fue lo negro, fue la noche, que existía dentro de él a la vez que su blancura: Nïr fue la palabra que le permitió ser. Nïr ahora lo domina todo aunque en ese momento no era más que algo dentro de la absoluta luz de R’sha. Siglos pasaron para que otra palabra pudiera aparecer dentro de la claridad del que nombra: fue ella misma la que apareció, la luz; su cualidad inherente se desprendió desde ese momento de él: Élih fue su nombre. Nïr y Élih, la segunda nacida, eran los dos primeros dioses; la noche, masculina, y la luz, femenina. Los dos primeros seres que existieron en R’sha; fuerzas opuestas destinadas a pelear. Ambos dioses se percibieron en cuanto el nombre de la segunda nacida permitió que apareciera, ya que sólo en presencia del otro la percepción existe; sólo ante Élih, Nïr pudo ver la blancura de R’sha, la luz que quería poseer. Ambas fuerzas se atrajeron desde el primer instante, ambas deseaban poseerse, ambas deseaban destruirse, pero la eterna palabra de R’sha lo cubría todo: impedía el movimiento. Los primeros nacidos permanecían atrapados dentro del sonido. El que nombra carecía de pensamiento, era movido por la necesidad, la necesidad del sonido, así que lo tercero a lo que nombró fue al dios que preexistía a todos, al dios que se esconde: Ámèth, el dios oculto, la necesidad. Pero Nïr y Élih no lo conocieron, porque ya existía dentro de ellos, los gobernaba antes de tener nombre. La voz eterna de R’sha, el que nombra, siguió hasta que le dio ser a los Seis Primeros, cuyos nombres hemos perdido. Entonces llegó el último momento de R’sha, pronunció la última palabra. En su boca se juntaron las seis letras inaudibles, le dio nombre al silencio y desapareció. Con esa palabra los dioses cobraron movilidad y el universo se creó, el mundo se creó.