Respuestas
Explicación:
Un navío zarpó de Barcelona para Génova. Llevaba a bordo franceses, españoles y suizos. Había, entre otros, un niño italiano de 11 años de edad, solo y mal vestido, que estaba siempre aislado como animal salvaje, mirando a todos de reojo. Y con razón, pues hacía dos años que sus padres lo habían vendido al jefe de una compañía de titiriteros, quien, después de enseñarle a hacer varios juegos a fuerza de puñetazos y ayunos, lo llevó por Francia y España pegándole siempre y teniéndolo hambriento.
Llegado a Barcelona, y no pudiendo soportar ya los golpes y el ayuno, reducido a un estado tan lamentable que inspiraba compasión, se escapó de su carcelero y fue a pedir protección al cónsul de Italia, el cual, compadecido, lo había embarcado en aquel navío, dándole una carta para el alcalde en Génova, quien debía enviarlo a sus padres, aquellos mismos que lo habían vendido como una bestia.
El pobre niño estaba lacerado y enfermo. Viajaba con pasaje de segunda clase. Todos lo miraban, algunos le preguntaban, pero él no respondía y parecía odiar a todos. ¡Tanto lo habían irritado y entristecido las privaciones y los golpes durante esos años!
A fuerza de insistencia, tres de los viajeros que hacían la travesía lo hicieron hablar, y en pocas palabras torpemente dichas, mezcla de italiano, español y francés, el muchacho les contó su triste y desgarradora historia. Parte por piedad, parte por excitación del vino, le dieron algunas monedas, instándolo a que contara más.
-¡Toma, toma más! -le decían mientras le entregaban las monedas.
El muchacho las recogió todas, dando las gracias a media voz, con aire malhumorado, pero con una mirada por primera vez sonriente y cariñosa. Con aquel dinero podía tomar algún buen bocado a bordo. Después de dos años de no comer nada más que pan, podría por fin comprarse una chaqueta apenas desembarcara en Génova.
Aquel dinero era para él una fortuna y en esto pensaba mientras los tres viajeros conversaban y bebían sentados en la mesa. Se los oía de hablar de sus viajes y de los países que habían visto. Y de conversación en conversación vinieron a hablar de Italia. Empezó uno a quejarse de sus fondas, otro de su ferrocarril y luego todos, animados, hablaron mal de todo. De los estafadores, bandidos, farsantes, comentaban que los empleados no sabían leer…
-Es un país de ignorantes - dijo el primero, enérgico.
-Un pueblo sucio - añadió el segundo con voz gangosa.
-La… - exclamó el tercero, que iba a decir ladrón….
Pero no pudo terminar la palabra. Una tempestad de monedas cayó sobre las cabezas y espaldas de los tres, y descargó en la mesa y el suelo con un ruido infernal. Los tres se levantaron furiosos, mirando hacia arriba, y recibiendo aún un puñado de monedas en la cara.
-Recobrad vuestro dinero -dijo con desprecio el muchacho-. Yo no acepto limosna de quienes insultan a mi patria.