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Cada punto de las bienaventuranzas refleja el carácter de Cristo.
La palabra Bienaventurado es traducción del adjetivo griego Makarios «feliz», «dichoso». La traducción castellana de Makarios, Bienaventurados, tiene una etimología que va a un sentido de tener buena suerte, esto es, tener buena ventura, irle bien.
Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos. Es completamente normal (ante la mirada del mundo) que cuando se lea “pobre” se lo asocie a carencia de bienes materiales, pero aquí nuestro Señor está muy lejos de referirse a eso; cambiemos por un momento el orden de la frase: El reino de los cielos es de aquellos que son pobres de espíritu y ellos serán (la consecuencia) bienaventurados. Existe un orden, una promesa que se dará si somos: pobres de espíritu. Esto es: No hacer nada fuera de Dios (Jn.5:19,30)
El término original de pobres es Ptöchoi es aplicado igualmente en Lucas 16:20 que significa agacharse o ponerse de cuclillas; esto es una adoración, es entender nuestra deplorable naturaleza, que somos pobres espiritualmente –en realidad en todos los aspectos– y que Dios en su maravillosa misericordia desea ofrecernos una remisión de nuestros pecados.
Bienaventurados los que lloran, porque ellos recibirán consolación. En el mundo buscamos lo necesario para evitarnos el dolor y el llanto, mientras que Jesús dice que para poder entrar al Reino de los cielos es necesario derramar muchas lágrimas.
¿Qué es lo que estruja el corazón al punto del llanto que es capaz de captar Su atención? Ante todo es necesario ver el pecado de la misma manera en como Dios lo ve, el pecado es rebelión contra su Autoridad, es desdicha, es insatisfacción, es impiedad y también es dolor; es lo que Él ve cada día en los corazones corruptos. Aquellos que mediante el Espíritu Santo comprenden lo que el pecado hace en el mundo, y en sus vidas –llevarlas al sufrimiento eterno– sienten ese temor y dolor, al punto de quebrantarse complemente, y es que el llanto es inevitable cuando nos hallamos frente a la santidad de Dios y descubrimos que no somos buenos, que no merecemos nada, y aún así el Señor pagó el precio de nuestra redención por amor.
Bienaventurados los mansos, porque ellos recibirán la tierra por heredad. La mansedumbre aquí descrita por Cristo no es una característica moral, es decir que no es algo caritativo, ni tampoco significa ser callado ante la humillación general, no es sinónimo de tener carácter débil.
En el Antiguo Testamento se describe a Moisés como el hombre más manso, (Números 12:3) el mismo que sacó a todo un pueblo de la
Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados. Como seres humanos tenemos la necesidad vital de comer y beber para vivir, como creyentes y fieles discípulos de Cristo esa no es nuestra necesidad primaria (Mateo 4:4) esta hambre nace de la dependencia que se tiene con Dios (Isaías 55: 1-2), mientras más dependiente somos, más hambre tendremos de su Palabra, más sed de su Santidad, más querremos ser como el modelo perfecto, Jesucristo.
Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia. Entre los sinónimos de la palabra «Misericordia» están piedad, bondad, comprensión que es lo que Dios nos ofrece día tras día, nosotros debemos sentirla y actuar con nuestro prójimo (hermanos u enemigos) de la manera en como Dios actúa con nosotros. Por naturaleza, la piedad, bondad y comprensión hacia los demás jamás vamos a poder sentirla, no de la misma manera en que Cristo nos la ofrece a nosotros, por eso es necesario que primero la experimentamos –nos quebrantemos–, haciendo a un lado la dureza e inflexibilidad de nuestro corazón. Por lo que, sin esta experiencia espiritual personal es imposible dar misericordia.
La misericordia de Dios toma al hombre en ruinas, lo limpia, lava, purifica, pule y lo llena de bendiciones. Ser misericordioso es amar, pero este amor es plena y puro, es el amor de Dios que nos inunda y nos permite actuar piadosamente con los demás, así como Él lo es con nosotros.
Bienaventurados los de limpio corazón, porque ellos verán a Dios. El pecado ciega y nos aleja de Dios, es así como habíamos estado, lejos de su Santidad porque nuestra pecaminosidad nos imposibilitaba acercarnos a su trono.
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