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Respuesta:La muerte
Once días más tarde, a las siete de la mañana, expiraba serenamente la vida del patricio. Inexplicablemente, se le practicó la autopsia —que nadie había pedido— y dice al respecto el médico Juan Sullivan, al dejar su testimonio: “Después de haber sacado una cantidad de agua del abdomen con un trócar, reconocí distintamente con el tacto un tumor duro y penetrante en la región del epigastrio derecho. Esta dureza estaba tan señaladamente definida, que hizo suponer a un caballero de la facultad, que estaba presente, que era el espinazo. Al abrir la cavidad, reconocí al momento que procedió de una tumoración considerable y proyección del lobo pequeño del hígado en general, era el aumento de volumen y la dureza”.
“Sus ligamentos se presentaban alargados por su enorme peso (…) El vexiguillo de la piel tan pequeño, que apenas podía contener una cucharada común, y sus túnica: tan engrosadas que no tenían semejante a esta entraña que por lo común es tan extremadamente delicada. En una palabra, la estructura del hígado y sus apéndices presentaron una causa formidable de enfermedad (…) Había igualmente aumento de volumen del bazo. Los intestinos estaban distendidos con aire y los riñones ofrecían una desorganización y dureza al tacto, que se extendía alguna distancia en el curso de los uréteres.”
“Desde la cavidad del abdomen punctoré el diafragma un poco al lado izquierdo, con el objeto de penetrar en la cavidad del mediastino anterior. Salió el agua con alguna fuerza en cantidad de diez y seis onzas. Los pulmones en un estado de colapso, que apenas excedían en circunferencia el tamaño de la mano, y nadando en agua. Debiendo la presencia de tanto volumen de agua ejercer su compresión sobre el mediastino posterior era bastante en mi concepto para causar los síntomas espasmódicos que sobrevinieron con tanta frecuencia, y mucho más cuando se tiene presente la existencia de grandes nervios simpáticos y órganos importantes que allí están situados. El corazón era de un volumen que pocas veces se encuentra en las investigaciones anatómicas.”
Comentando las enfermedades de Belgrano, José Luis Molinari ha escrito que “tuvo por consiguiente una cirrosis hepática (hepatopatía intersticial), y dentro de las mismas una cirrosis portal o cirrosis de Laennec. La evolución de la cirrosis, desde que comienzan los primeros síntomas (constatación de los mismos) hasta su terminación fatal, suelen ser como término medio de tres a cinco años”.
Belgrano murió —es indudable— ante la total indiferencia popular y el silencio oficial. Tal vez haya una explicación para ese olvido. Bien cabe recordar, aunque el hecho suela olvidarse para justificar torpes acusaciones de conspiración contra la memoria del creador de la bandera, que el día de su muerte —20 de junio de 1820— fue el día de los tres gobernadores. Y el año 20 fue el de la anarquía más espantosa que vivió el país. “Los trastornos políticos fueron tan inauditos, las zozobras sociales fueron tan urgentes y la angustia colectiva fue tan profunda y tan universal en lo que respecta a la ciudad y provincia de Buenos Aires, que el uso de la palabra loquero no parece excesiva para calificar esa situación (Guillermo Furlong, Silencios y solemnidades en la muerte de Belgrano).
No hubo ingratitud en el sentido que algunos quieren adjudicarle al hecho. El país —el gobierno, la opinión pública, el pueblo— estaba muy ocupado en vivir los duros acontecimientos de su tiempo. Y eran épocas en las que los prohombres también morían —hecho normal y casi cotidiano— con el añadido de que su procerazgo advenía con el decantar de los años, y no inmediatamente a través de la tensa y bullente atmósfera política, tanto interna como internacional.