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Sucede a menudo que, cuando nos referimos a un momento histórico determinado de nuestro país no consideramos cuán diferente era la geografía de entonces. Así, por ejemplo, cuando nos estamos refiriendo a la Argentina de la Generación del 80, cuando comienza a surgir el estado nacional, el territorio efectivamente poblado era apenas una tercera parte del territorio actual. La gran Patagonia, desde el centro-sur de Buenos Aires en línea recta hacia el sur de Mendoza, estaba poblada enteramente por indígenas que no formaban parte del Estado argentino. De allí la expedición de Roca para expandir las fronteras hasta Tierra del Fuego. Tampoco la región del Chaco (actuales provincias de Formosa, Chaco y el norte de Santa Fe) había sido poblada por blancos. Y en la misma época una campaña dirigida por el Coronel Salas, casi desconocida para la historiografía argentina, permitió la ocupación de ese espacio para el territorio nacional.
Por eso es interesante saber que, al momento de la expulsión de los jesuitas, en 1768, el espacio efectivamente ocupado, distribuido y sus tierras legalizadas era infinitamente menor al que conocemos actualmente. Se puede decir que, aún, el espacio litoraleño era un territorio liberado a la presencia de indígenas nómades, como, en especial, los charrúas que señoreaban en toda la Banda Oriental, Entre Ríos y el sur correntino. Contra ellos fue iniciada una política de exterminio desde Buenos Aires, en particular en tiempos del gobernador José de Andonaegui, suceso también muy poco estudiado en la historiografía nacional.
¿Qué porción del Litoral platino se encontraba efectivamente ocupada por población española en la segunda mitad del siglo XVIII? La jurisdicción de Buenos Aires se constituía sólo en una franja de 60 leguas de largo y 12 de ancho, paralela al río de la Plata que limitaba con Santa Fe en su extremo norte, cuyo cabildo ejercía dominio territorial en una delgada franja costera a ambos lados del Paraná. Corrientes, en 1760 no había atravesado aún la frontera del río Santa Lucía y Montevideo dominaba una pequeña fracción que costeaba el Plata cuyo extremo lo constituía el fuerte de Colonia del Sacramento. Las Misiones de guaraníes se constituían entonces, como el área más efectivamente poblada y organizada de todo el Litoral platino, casi sin contacto con las sociedades españolas mencionadas. El resto del espacio, aproximadamente las tres cuartas partes, prácticamente se encontraba baldío, temporariamente recorrido por bandas de “gauderios”, asociados con grupos de charrúas cuyo modo de vida giraba en torno a la caza del ganado cimarrón. Los cueros de estas cazas, eran vendidos generalmente en el puerto de Montevideo.